Egon Schiele, "The Lyricist" (1911) |
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Las vías públicas amarran la tierra, la amarga tierra sistemática,
acequias de hombres desaparecidos en la fórmula hombre,
arrastran a caudales multitudes, raudales de muchedumbres patológicas;
crucificada en la unidad,
la figura sola se derrumba, agonizando;
araña del bullicio, silenciosa,
la voz múltiple y una
ahorca las polvorosas almas a bencina.
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La rasgadura comercial, internacional y pedagógica,
la llaga cívica de las rameras
se abre, como una gran institución pública, encima de la civilización mo/
[derna,
y los funcionarios, todos los esclavos/lacayos de ahora,
−los cocheros, los prestamistas, los sacerdotes, los policías, los notarios y
[los jueces,−
van a comprar todos los sábados
el derecho de pasarles oficialmente la lengua por las berijas.
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Lloran en la vía pública
las hojas marchitas del asfalto
y los poetas horizontales.
Pablo de Rokha (1894-1968). U. Editorial Nascimento, Chile, 1926.
Frits van den Berghe, "The Stone Age" (1928) |
A Oscar Castro
Ahora o un primero de Noviembre,
me recuerdo de tu infinita muerte:
de tu mortaja, poncho y arcoiris,
tan tejida con nieblas por la muerte,
de los llampos sangrando sobre el tiempo,
cobre y nidos de nieve por tu muerte,
de las cavernas de tu pensamiento,
pintarrajeadas negras por la muerte,
de tu sombra comida por la luna,
como engullen las Artes a la muerte,
de tus palabras nunca entumecidas
derramándose fuera de la muerte,
de la tuberculosis llena de alas,
como aleteando en cuervo hacia la muerte,
de la hierba que invade tus ojeras,
como pestañas puestas por la muerte,
de tu altísima luz de sangre y sueño
constelando las cumbres de la muerte,
de tu resurrección en mi marea,
como surgen las almas de la muerte;
las verdaderas almas, de la muerte;
las poéticas almas, de la muerte.
Oscar Hahn (1938). Esta rosa negra. Editorial Universitaria, S.A., 1961.
Mark Rothko, "Black on Gray" (1969) |
(Dedicado a Stefan Baciu)
Cuando canta el gallo me levanto y veo
el amanecer de mi patria
Es hermosa y radiante y mi corazón es un rey
que recibe su trono
No. No me iré de mi patria. Aquí moriré.
Pero se pone el sol y vuelvo mis ojos
al país de mis sueños
y toda la ceniza del mundo cae sobre su faz
Entonces quisiera ser extranjero
para regresar a mi patria
Entonces oigo el rumor feliz
de las ciudades que no son mías
Oigo la noche llena de exilios
Debo partir, me digo
Y mi sueño es un viaje bajo la tutela
de los astros.
Hasta que canta el gallo
y otra vez el amanecer se apodera de mi canto
No. No me iré. Y vuelvo
a levantar el muro con las piedras que cayeron.
Pablo Antonio Cuadra (1912-2002). Poesía selecta. Biblioteca Ayacucho, 1991.
William Michael Harnett, "Plucked Clean" (1882) |
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Quiero morir no muero.
Soy un nudo de nervios
y de antojos. De anteojos
y angustias. Nicho angosto.
Me angustia el nicho angosto en qué me entierran
sin tierra. El tarro de conserva
de hojalata con larvas.
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¿Qué más quieren que me pase?
En la tumba no se tiene
parientes. Fuera hay visitas
que rezan o traen flores.
Pero dentro se dan cita
gusanos babosas liendres
que vienen a disputarse
lo que antes fue de los amores.
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(Cfr. Satiricón, Petronio −el náufrago)
Una leche con nata
es este mar de muerte,
el perro lame y muerde,
la perra−muerte mata.
"Dónde están tus rabietas
y dónde tu modestia".
Moriste y las violetas
te lloran con molestia.
Armando Uribe (1933-2020). Odio lo que odio, rabio como rabio. Editorial Universitaria, S. A., 1998.
Master of Playing Cards, "A Poet Reading" (ca. 1430) |
¡De qué sirve al triste la filosofía!
Kant o Schopenhauer o Nietzsche o Bergson...
¡Metafisiqueos!
En tanto, Ana mía,
te me has muerto, y yo no sé todavía
dónde ha de buscarte mi pobre razón.
¡Metafisiqueos, pura teoría!
¡Nadie sabe nada de nada: mejor
qué esa pobre ciencia confusa y vacía,
nos alumbra el alma, como luz del día,
el secreto instinto del eterno amor!
No ha de haber abismo que ese amor no ahonde,
y he de hallarte. ¿Dónde? ¡No me importa dónde!
¿Cuándo? No me importa..., ¡pero te hallaré!
Si pregunto a un sabio, «¡Qué sé yo!», responde.
Si pregunto a mi alma, me dice: «¡Yo sé!»
Amado Nervo (1870-1919). Antología poética. Ediciones del Sur, Argentina, 2003.
Félix Vallotton, "Les Fauteuils, Varengeville" (1904) |
No se trata de un hueco, que es carencia,
ni del reverso de la luz;
pues todo lo que niega constituye.
Tampoco de silencio, que aunque no es supresión,
difunde en un sinfín naturaleza extensa.
Porque hablamos desde este fiel engaño de la ficción de la palabra
podemos enunciar esta pausa solemne:
no se trata de la existencia cierta del concepto de Dios como Imposible.
Ni siquiera es tampoco la previa negación de alguna insuficiencia.
Lo pensáis como un frío, mas esa es vuestra carne.
No afirma y nada niega su firme coherencia.
Francisco Brines (1932-2021). Definición de la nada en "Poesía en el Campus". Revista oral de poesía, número 10, 1989-90.
László Moholy-Nagy "Sans titre (Farbenexplosion – Protest der Farbe)" (1945) |
Los vencidos salen / los vencidos
van a saltar / correr / demoler
el miércoles de cenizas de Chile
estallan las estrellas solidarias y los fondos
de pensiones los huesos de los trabajadores
los vencidos piensan / lloran / dentro de sí
envejecen / se encorvan sin chistar
se trata de un inconsciente poderoso
el de los vencidos de la clase chilena
Ah, las grandes Maniobras Nacionales
la historia del engaño / sectores completos
de sociedad patriarcal.
Ahí van por los caminos / drogados
bebidos / con su sombrero al viento,
los rotitos.
José Ángel Cuevas (1946). Antología de poesía chilena reciente. Editorial Letras de Chile, 2020.
Jozef Chelmonski, "Deep forest – Windthrows, sketch for a painting" (circa 1902) |
A Alberto Guillén
En el medio del llano,
un árbol seco su blasfemia alarga;
un árbol blanco, roto
y mordido de llagas,
en el que el viento, vuelto
mi desesperación, aúlla y pasa.
De su bosque el que ardió solo dejaron
de escarnio, su fantasma.
Una llama alcanzó hasta su costado
y lo lamió, como el amor mi alma.
¡Y sube de la herida un purpurino
musgo, como una estrofa ensangrentada!
Los que amó, y que ceñían
a su torno en septiembre una guirnalda,
cayeron. Sus raíces
los buscan, torturadas,
tanteando por el césped
con una angustia humana...
Le dan los plenilunios en el llano
sus más mortales platas,
y alargan, por que mida su amargura,
hasta lejos su sombra desolada.
¡Y él le da al pasajero
su atroz blasfemia y su visión amarga!
Gabriela Mistral (1889-1957). Obra reunida. Tomo I. Poesía. Ediciones Biblioteca Nacional, Chile, 2019.
Paul Sérusier, "Bord de la mer à marée basse en Bretagne" (1922) |
¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?
Ellos, los que transpiran
Las cosas absolutas,
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.
Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!
Alfonsina Storni (1892-1938). Poemas. Biblioteca del Congreso de la Nación, Buenos Aires, Argentina, 2017.
Natalia Goncharova, "Cats (rayist percep.[tion] in rose, black, and yellow)" (1913) |
Mi nombre es Nígelher, con la i acentuada y una inflexión como si la jalaran con una cabulla, la cual la hace parecer doble, multiplicarse, o así es como lo pronuncia mamá en ataques de arrechera, hasta que le dije que ahora me llamaba Hene. No prestó mucha atención y siguió nombrándome a su antojo inicial. Antes de ser Hene, me preguntaba cómo lo hubiese pronunciado papá, de estar acá y no en un viaje de tantos años por todo el país -hasta pienso que está perdido y no sabe cómo regresar-. Pero no importa. Lo que viene al caso es que me cansé de repetir mi nombre ante las incapacidades fonéticas de otros: unas veces era “Naigele”, otras “Nigele” y, en la mayoría de los casos, “Nogele”.
Francisco Camps Sinza (1988). Hene, publicado en Transtextos, noviembre de 2024.
Link: https://transtextos.springrolls.site/franciscocamps/hene/