Hoy los poetas sólo pueden ser irónicos. Subafirmaciones, contrastes, paradojas los delatan. Eran diferentes los antiguos. Tenían de su parte un dios o una diosa cuando no perdían su favor siempre incierto. Repetían: aere perennius ¡Cuánto orgullo! Nada previeron. Ahora se encuentran con la orden de tierra arrasada...