Sábado, 15 de febrero de 1958
Y de pronto, un gran cansancio, no de la vida, mas de la muerte. Pero no hablo de la
muerte absoluta, hablo de este lento naufragio cotidiano en las aguas del pasado. Estoy
cansada de todo ese mundo de complejos y frustraciones en que nos sustentamos yo y la
gente que me circunda. Es un no dar más, un gran deseo de respirar aire puro, de reír, de
mirar con naturalidad las cosas y a mí misma. Hoy se me ha revelado, con una fugacidad y
fuerza increíbles, la posibilidad de ser. Todo fue espontáneo, como si hubiera encendido un
cigarrillo. Me sentí bien, como si me hubieran aflojado las cadenas, aquellas que ni
recordaba, tan resignada a la desesperación estaba. No creo en la felicidad, sólo creo en la
vida y en la muerte. Pero quiero despojarme de esta tensión, de tanta vigilancia. Estoy
fatigada de todas esas historias edípicas, del odio espantoso de padres e hijos, estoy cansada
de tanta interpretación sexual. Quiero vivir con naturalidad, limitarme, señalarme objetos
posibles y luchar por ellos. Quiero liberarme del horror sin semejanzas de mi «amor
imposible». Quiero, en suma, aprender muchas cosas, sobre todo, a escribir y a pensar.
Cuento con una carencia casi absoluta de recursos internos, a pesar de tener dentro de mí un
mundo tan vasto, pero es un mundo independiente de mí, divorciado de mi yo, sólo unido a
mí en ciertos instantes únicos. Es extraño desconocerlo tanto, como si yo fuera la sede de
esa otredad innombrable que firma con mi nombre. Nada me es tan ajeno como ella.
Buscarla, señalarla, hacerla vibrar con mi sangre, apoderarme de sus raíces, he aquí mi
necesidad.
Alejandra Pizarnik (1936-1972). Diarios. Edición de Ana Becciu. España: Lumen, 2013.