Una parte se escapa, tiembla, se curva. Una parte se desprende, se niega, se respira. Una parte se presiente, se detiene a presentirse ensimismada y a oscuras, se detiene sin saberlo, se desprende sin saberlo, separada de otra parte, entrelazada a sí misma, a la parte que se piensa diferente y es la misma. Una parte se entrega, se debate, una parte que parece liberarse escalando las alturas, las impalpables alturas, que parece que salvara el horizonte por encima, muy arriba, que parece resguardada de los vientos más oscuros, más veloces y más fríos donde el aire se congela, una parte más ligera que parece que flotara en el espacio, diferente por momentos y es la misma. Una parte se refleja en la otra parte, otra parte semejante. Una parte se aposenta sobre el tiempo en despoblado, sobre el tiempo de lo solo, una parte solitaria que se busca, se rastrea, que se busca y no se encuentra, que se clama, que se implora, que se adentra en el vacío, que se llama y no responde, una parte en descalabro se desprende... se desprende... se desprende... ¡Oh la parte que me curva, que me tiembla! ¡Oh la parte de mí misma que me niega, me abandona, que se muere!
Antonia Palacios (Caracas, 1904-2001). "Textos del desalojo", 1978. Caracas: Monte Ávila Editores.