Las Flores Rotas

Blog de poesía

 

Liliana Flores Hilario (2025). Foto cortesía de la autora.

 

Liliana Flores Hilario (Lima, 1992) es una poeta, académica y militante feminista que ha publicado los poemarios Trébol (2024) y, recientemente, Criaturas (2025), además de figurar en antologías como La tentativa de sentir y la plaqueta La sociedad de los poetas. También, Flores Hilario ha participado activamente durante años en la educación, promoción del libro y la lectura pública. Es por ello que nos planteamos una entrevista breve con la poeta para que nos aproxime a su noción de poesía, la vocación, la producción literaria y, por supuesto, la palabra.

 

 

Preguntas: 

 

1) Su resumen literario nos dice que, además de poeta, es psicóloga, educadora y promotora de la lectura. ¿Considera que estos roles han supeditado de alguna manera su capacidad creadora?  

 

Definitivamente, mi formación en psicología me ha llevado a explorar la condición humana en sus múltiples dimensiones: la psique, las emociones, los sentimientos y los esquemas cognitivos. Paralelamente, desde mi rol de educadora emerge en mí un juicio crítico hacia la sociedad; cuestiono y reconfiguro los conocimientos que deberían iluminar la vida. Creo que la escritura debe tener propósito: si se nombra “agua”, debe saciar la sed; si escribo “carencia”, el lector debe reflexionar.

En ocasiones, mi superyó se deja entrever de manera sutil, y soy consciente de la necesidad de superarlo. Sin embargo, me guía una convicción firme: no estoy llamada a vivir únicamente para mí, sino para servir al prójimo. De allí proviene mi vocación por la enseñanza y mi fe, quizá ingenua, en la posibilidad de transformar mi país, o al menos la comunidad en la que habito.

Si yo misma he experimentado una transformación a través de la poesía, estoy convencida de que también puedo acompañar a otros en ese viaje de lectura y escritura. Todo esto me permite expandirme en el trabajo creativo, encontrar recursos y asumir diversas perspectivas en el arte de escribir.

 

2) Poesía: ¿Mandato o elección?

 

Es un mandato. La poesía es una llamada, una orden que me exige escribirla a cualquier hora. Las palabras resuenan una y otra vez, como si tuvieran la necesidad de respirar en una servilleta, en hojas sueltas, en un cuaderno, detrás de un libro, en el celular.

Emerge espontánea, dubitativa, dócil pero inquebrantable, y yo no puedo decirle que no.

No soy tan ordenada, pero cuando escribo en mi máquina de escribir antigua, el olor de la tinta y el golpeteo de las teclas me incitan a fluir de un modo inconsciente, como si la poesía encontrara allí su propio cauce.

 

3) Sus poemas indagan sobre la naturaleza: lo vegetal, los animales, además de la exploración humana desde la identidad femenina, entre otros temas. ¿Hay límites a la hora de escribir poesía?

 

Es una pregunta muy interesante. Blanca Varela menciona que existen dos tipos de escritores: aquellos que escriben desde la conciencia y aquellos que lo hacen desde la locura, desde lo inconsciente. Yo me encuentro en la frontera.

Puedo escribir de manera consciente sobre la naturaleza salvaje: los árboles lúgubres, las flores carnívoras, la nostalgia. Pero si lo hago desde la fiebre, el dolor o la ansiedad, la escritura se vuelve más visceral, más cruda. Allí el texto fluye con otra intensidad. Sin embargo, escribir desde ese lugar todavía me cuesta: al tocar nombres o cosas temo romperlos; hay territorios sagrados con los que no me atrevo a jugar.

No sé si, cuando cruce esa línea, pueda regresar intacta. Aunque mis versos suelen ser oscuros, sombríos y tristes, aún respeto ciertos límites invisibles. En el fondo, sin embargo, sé que algún día habré de cruzar todas las fronteras.

 

4) Respecto al proceso creativo al escribir poesía, ¿primero nace el tema o son un cúmulo de exploraciones sensitivas/simbólicas creando un cuerpo poético?

 

Jamás hay un tema específico: el texto nace sin dirección, como un cúmulo de exploraciones más emotivas que se entrelazan con lo simbólico. Mi poesía brota de la privación, como bien menciona Cesare Pavese en El oficio de vivir: confirmo que hay que descender al abismo para poder escribir.

Mi poesía nace de la insatisfacción, de las frustraciones, de grandes decepciones, de la tristeza y del dolor. No sé escribir desde la felicidad —ese es, precisamente, mi reto—; cuando estoy feliz, simplemente no escribo.

Un amigo decía que mi poesía es como un caballo desbocado, y en efecto: doy rienda suelta a mi querella interior, a mi mundo subjetivo y desordenado, hecho de claroscuros y de frenazos en seco. Escribo movida por estímulos que remueven mi ser, y entonces me siento libre: libre para tocar puertas, para viajar, huir, denunciar, llamar.

 

5) ¿Qué le motivó a escribir «Criaturas»?

 

Esa es la pregunta más difícil. He pasado algunos días pensando en ella.
Pero te confieso que tengo la sensación de ser otro animal que no se resigna a morir.

Sentía que debía contar mil historias de todas las criaturas que habitaban en mi corazón. Algunos poemas tienen varios años; otros comenzaron a nacer de forma espontánea.

Cuando era niña fui al zoológico con mi maestra y mis compañeros. Yo me quedé observando a los animales, tanto que, de pronto, todos desaparecieron. Me sentí perdida, abandonada, y lloré muchísimo. Al salir encontré a un grupo de madres sentadas; me acerqué y me quedé allí, pero nadie me consoló. Entonces vi a mis compañeros cruzando un puente a lo lejos. Nadie regresó por mí, nadie me llevó de vuelta al grupo. Y seguí llorando…

Ya adulta, aún me agrada visitar el Parque de las Leyendas, pero cuando contemplo a los animales en cautiverio me invade una pena. No sé si es por los animales, o por aquella niña que se perdió, ¿fue olvidada o abandonada?

Así que Criaturas habla, quizás, de esos animales olvidados y abandonados. O tal vez de esa niña. Creo que cada lector lo descubrirá cuando lo lea.

 

6) ¿Consideras que «Criaturas» es tu bestiario particular?

 

Sí, porque convierto algo personal en un catálogo mítico, un registro poético donde los sueños, las obsesiones y los miedos se transforman en animales. Allí se enlaza mi experiencia íntima con una visión colectiva: la mirada hacia los animales domesticados y salvajes, símbolos de nuestra propia condición humana.

De esa manera alcanzo una profundidad compartida mediante el simbolismo.

Podría decirse que cada criatura es un fragmento de mí misma. Criaturas es un multiverso: el lector tendrá la experiencia de adentrarse en un códice antiguo y, al mismo tiempo, actual, porque el contexto influye de manera brutal.

 

7) ¿Tuvo algunos escritores/escritoras en mente o leyendo durante el proceso de composición de «Criaturas»?

 

He revisado varios libros por una costumbre natural. Leo poco y me gustaría dedicarle más tiempo, pero la rutina a veces lo complica. Aun así, he leído un poco de todo.

Entre mis lecturas más significativas están los libros de poesía de Antonio Cisneros y mi libro de cabecera, Un corazón de nadie de mi querido Pessoa, al que siempre regreso con cariño. También me han marcado El lobo estepario de Hermann Hesse, El oficio de vivir de *Cesare Pavese, Cuentos heridos de *José Carlos Agüero, Amistades animales de Ana Gallo y Katherine Quinn, Nuevo álbum de zoología de José Emilio Pacheco, el poemario de Lucía Ocampo Todo significa sed, y la poesía de Idea Vilariño.

 

8) ¿La palabra justa o la necesidad de que la palabra se ajuste a lo deseado?

 

Sí creo en la palabra que es justa, pero no como un destino fijo, sino como una búsqueda infinita por nombrar lo que se calla. Para mí, escribir es un intento de existir, un roce con lo innombrable, una forma de confesar y denunciar.

La palabra me reivindica en esta realidad que no acepto. Entonces me siento anarquista: escribir es mi modo de rebelarme contra el silencio y contra el olvido, pero también de aceptar a ciertas bestias que siempre logran escaparse.

 

9) En nuestra época desbordada por la multimedia, ¿cuál considera ha sido el impacto de las redes sociales digitales en su obra?

 

Ha tenido, en cierta medida, un impacto significativo: he logrado la difusión de mi obra poética y, gracias a ello, me han invitado a reuniones y círculos de poetas, recitales, ferias, eventos culturales e incluso entrevistas. De todas esas oportunidades he aceptado pocas, algunas por falta de tiempo y otras porque no suelo encajar en reuniones sociales; el medio a veces se siente frío y, literalmente, tengo la presión baja, de modo que al interactuar no siempre sé cuán real o sincera es la persona.

Por otro lado, también hay quienes reconocen y valoran mi trabajo: personas que me desean lo mejor, que me escriben por redes, y escritores o críticos literarios que se han dado el tiempo de leerme. Eso lo valoro profundamente y agradezco a todos los que contribuyen generosamente a la difusión de mi obra.

Aun así, el medio lo percibo distante. De vez en cuando escribo a librerías, editoriales o personajes del ámbito cultural para promover mis libros; no sé si revisan el número de mis seguidores para, olímpicamente, decirme que no o simplemente dejarme en visto. Pero definitivamente no estoy interesada en los likes, ni en la aprobación superficial.

Estoy convencida de que escribo, ante todo, para mí: como un medio de redescubrimiento, reencuentro y redención. Y si, en el camino, mis palabras logran remover algo en alguien, entonces mi poesía habrá cumplido su misión.

 

10) Además de promover su segundo poemario «Criaturas, ¿tiene algún proyecto literario en mente a largo o mediano plazo?

 

Claro que sí. Pensaba publicar el próximo año mi tercer poemario, centrado en el tiempo y el amor; sin embargo, he decidido guardarlo por ahora.

Por ciertas circunstancias de la vida, he comprendido que la poesía no basta. A largo plazo pienso publicar una novela: siento la urgencia de contar una historia antes de que se me olvide.

 

11) Mencionaste en una entrevista que «Es un lujo hacer poesía». ¿Qué es la poesía para ti?

 

Hacer poesía es un lujo, porque significa tenerlo todo o no tener nada.
Se necesita tiempo, libros, conciencia, locura, dolor, amor, miseria y muchísima nostalgia para contemplar los hechos de la vida y enfrentarlos.
Es perderse horas entre papeles y la máquina de escribir, ignorando la dolce vita.
Es entregarse a un delirio ambicioso: la búsqueda del verso redentor.

Pero la realidad nos obliga a tener otro oficio que pague las cuentas de la luz, el agua, el gas. Nosotros, los poetas, somos miserables de lujo: nuestros presagios nacen entre escombros y abismos. Y bien lo sabía Vallejo, que murió en París.

Bécquer respondería: “Poesía eres tú”.
Yo digo: poesía no eres tú.
Hay un sentido más amplio: la poesía son los derechos humanos, es el derecho a la vida como lo dijo Raúl Zurita.

La poesía es un derecho que nos sostiene: cuando no sabemos vivir, aprendemos a escribir.
Es libertad, porque nombra lo que incomoda, denuncia lo que hiere, exige incluso al mismo tiempo más tiempo.
La poesía me otorga una identidad que cruza todas las fronteras y garantiza mi dignidad.
Me hace visible cuando soy invisible para los demás.
Me concede la posibilidad de lo imposible y me invita a creer que, después del después, aún puedo habitar un pensamiento fuera del tiempo.

 

12) ¿Vivir para escribir o escribir para vivir?

 

Ambas. Vivo para escribir.
Mis pensamientos son prosaicos casi todo el día; mi necesidad de escribir es como la sed de cada mañana. Mezclo avena, pan y poesía.

A veces llego tarde al trabajo porque me detengo a escribir algunos poemas.
Escribo en todos lados: cuando voy al teatro, después del cine, al salir de un museo.

Llevo una forma de vida inusual.
Mi vocación de maestra paga mi otro oficio: escribir.

Escribir para vivir, es la única manera que conozco de cruzar fronteras, de lidiar con la realidad, con lo que percibo y siento, con el ser que soy: sensible, desajustada, amorfa, nostálgica; y me permite encontrar libertad.

 

 

 

 

Notas: *José Carlos Agüero (Lima, 1975). Escritor, historiador e investigador peruano.

 

Alfredo Chacón poeta entrevista, las flores rotas blog de poesía
Alfredo Chacón, foto de Vasco Szinetar



Abarcar la dimensión de Alfredo Chacón (San Fernando de Apure, Venezuela, 1937), poeta, académico, ensayista, crítico literario, entre otros mandatos, cargos y retos asumidos, nos llevaría rastrear la historia sociocultural de Venezuela durante las últimas seis décadas. Dicha empresa se podría resumir en una entrega por lo poético, la reflexión y el decir como bastiones fundacionales en el vivir, la exploración de los horizontes humanos y la construcción de la memoria compartida. Entre sus publicaciones podemos nombrar: Saloma (1961), Materia Bruta (1969), Cultura y dependencia (1975), La voz y la palabra: lecturas de poesía venezolana (1999), entre más de una decena de obras y reconocimientos. Es por ello que nos planteamos unas preguntas para que el poeta nos aproxime a su idea de la creación, la palabra y la producción literaria.



1) Poesía: ¿Mandato o elección? 

Mandato elegido. 


2) ¿Cuál considera usted es el vínculo entre lo poético y lo antropológico? 

La experiencia humana. 


3) Académico, poeta, investigador, ensayista. ¿Hubo algo que dejó por fuera y quiso (quiere) realizar? 

Me atormentaría pensar que algo de mí personal condición haya quedado fuera de alguna de esas vocaciones; pero me parece normal que algo o mucho de la condición humana en general no haya hecho parte de ellas. 


4) ¿Hubiera concebido su vida sin la creación literaria? 

No, a partir de mis dieciséis o diecisiete años de  vida. Los primeros poemas que admití (y sigo admitiendo) como tales, los escribí y se publicaron cuando tenía dieciocho años. 


5) A propósito de Salomario (Oscar Todtman editores, 2023): ¿Cómo concibe una obra y su estilo? ¿Tiene algún punto de partida, influencia o una necesidad/obsesión momentánea? 

En realidad, más que el o los modos de concebir una obra determinada, lo que me sostiene y responsabiliza frente a la creación es mantener viva la pasión por obrar: por propiciar el advenimiento de la obra. De una obra enteramente mía. 


6) ¿Qué representó para usted Saloma en su producción literaria? 

En Saloma consiste el resultado de mi primer vínculo conmigo en cuanto individuo apasionado de la poesía, y con el mundo asumido en su infinita globalidad como materia e impulso de la creación verbal. 


7) ¿La palabra justa o la necesidad de que la palabra se ajuste a lo deseado? 

En la poesía y en el vivir fiel a las posibilidades creadoras de la vida, lo justo de la palabra no se determina a priori. En el proceso que culmina con el advenimiento del poema, sólo es justa la palabra que se desea y se necesita fiel a la poesía como posibilidad máxima de la experiencia de decir. 

 

Enrique Cejudo entrevista, escritor, cuentos

     Jacob van Spreeuwen, Philosopher in his Study (1645)




El libro de relatos «Algo así te dije» de Enrique Cejudo comienza con un epígrafe del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa: «Me gusta decir. Diré mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas.» Dicha puerta de entrada a la obra compuesta por veinticinco historias breves es coherente con esa geografía emocional donde las palabras son la radiografía de cuerpos sensibles, melancólicos y los cuales, por tanto tiempo, han aguantado lo incomunicado

En «He vuelto», el protagonista retorna a la ciudad prometida por un amor, Muriel, inscrito tanto en los recuerdos del amante como en el paisaje urbano. La memoria, en todo caso, se presenta en esa doble vertiente, física y oculta, donde lo evocado nace y muere en el laberinto de palabras.

En «Iluminación urbana», una ciudad es la figura principal: el clima, ruido, el movimiento se plasman en la sensibilidad plástica del observador, obrero, hombre de familia cuyo mundo, exterior e interior, se transforman en ramificaciones distintas: a partir de su hija, todo lo de afuera parece más banal en la necesidad de validar y validarse en la era digital; en la contaminación sónica y visual cortesía de las publicidades vacías, tanto como la carga nutricional de la comida rápida. En una mirada menos entrenada, la lectura de nuestro tiempo, con ese aire de un etnógrafo proustiano, pasaría como una amarga píldora por la nostalgia de un pasado más amable y entrañable. También, por la misma condición social del observador, y su lucidez, puede darse el lujo de analizar su alrededor mientras trabaja: «Las horas aquí son distintas: no es lo mismo comprar que trabajar.»

En «Armario», esa pieza tan íntima y poco abordada es el quid para que se trace el escenario de una historia de amor dentro de una alcoba: la ropa, aromas y lo inaprensible e irreflexivo son los motivos para filosofar sobre el tiempo, la pasión y los embates de la memoria. «... no solemos olernos, ni escuchar nuestra voz...» nos dice el personaje principal y narrador del relato. Y lo que fue una parte esencial de su vida, algo tan inmaterial como los olores, se transfiguran en un objeto o pasa a ser un error suturado por el olvido o la necesidad de olvidar.


  1. ¿Qué le motivó a escribir «Algo así te dije»?


Este libro tiene una gestación muy larga, algunos relatos tienen un cuarto de siglo y yo escribo muy despacio. ¿Por qué lo he escrito? No lo sé explicar con precisión: por contar una historia, por explorar posibilidades, por decir narrativamente lo que creo que no puedo decir de otro modo, por algún que otro revés vital, por expectativas que pudieron cumplirse, por recrear algún acontecimiento familiar, por lo que pudo ser y no fue, por lo que sí fue, por ver si era capaz de escribir un texto erótico… En definitiva, las motivaciones son diversas y han pasado muchos años entre uno y otro. Aún no sé cómo he sido capaz de reunir veinticinco. Hay algunas personas cerca que tienen más confianza en mí que yo y me han empujado a dar forma a esos textos.



  1. En el relato «Lo que no nos destruye» parte de una frase de Friedrich Nietzsche para que el personaje principal, un filósofo, nos hable de su relación con ese pensador, poeta y filólogo alemán y la ciudad de Turín en un viaje emocional lleno de referencias urbanas, históricas, literarias (Pavese, Primo Levi), a la vida y a la muerte. ¿Qué tanto considera usted que la literatura debe ser parte de ese expresarse «... sin paredes, incluso para exhibir las patologías y las carencias»?


Solo he estado en Turín en una ocasión. Recomiendo visitarla, desde luego, antes de que se enteren demasiados turistas. Me alojé en el hotel Due Mondi, cuyo nombre me pareció deliciosamente platónico. Muy cerca estaba el Hotel Roma, donde Pavese se suicidó y también la hermosa plaza en la que Nietzsche perdió la razón para siempre. Fui al Café Elena, al que acudía también Nietzsche. La casa de Primo Levi está perfectamente localizada, pero no es visitable, sigue viviendo su familia. Yo soy muy agradecido a estos escritores a los que tanto debo (a Pavese lo he leído poco, lo confieso) y me gusta visitar sus lugares.


Nietzsche vivió una vida complicada: un escritor que casi no podía leer ni escribir (creo que apenas hora y media cada día) buscó en Italia esa gran salud que nunca tuvo. Dicen que era una persona extraordinariamente amable y educada, lo que parece contrastar con su poderosa, desafiante y atronadora prosa. Nietzsche apostó por la vida y perdió, al final todos perdemos, pero él lo hizo a los 45 años, pues los últimos once fueron de locura y reclusión. En su obra estaba su vida, la entregó a esos libros.


Esa frase (que, por cierto, aparece al comienzo de la película Conan, el bárbaro), ha sido manipulada hasta la náusea, no solo por los nazis y supremacistas, sino también por los que venden autoayuda de baratillo. Creo que Nietzsche quiere con ella incidir en el valor de la vida, en el riesgo: hay que evitar ser acomodaticio y camaleónico. Esa frase es indicativa del pathos, de la voluntad de poder (de ser, de ser más, mejor).


En literatura, y muy especialmente en poesía, hay que derribar las paredes, claro que sí. Hace poco he escuchado una entrevista a Paul Auster en la que decía que escribir es fácil: solo hay que abrirse las venas y dejar que sea la sangre la que escriba. Casi nada.


La literatura no tiene por qué ser para todos. Es una elección: escribir, leer, participar de esos quebrantos… Y también de los gozos, que eso es la vida. Hay quien prefiere otras elecciones y yo nada tengo que reprochar ni aconsejar a nadie. Como mucho diría que ellos se lo pierden.



  1. ¿Hay límites a la hora de escribir ficción?


¿Límites morales? Si es ficción, no creo. Conviene no confundir al escritor con sus personajes: la maldad existe, habita entre nosotros y la narrativa se hace eco de ella y la recrea. Mr. Hyde existe y también el Doctor Rieux, arquetipos de lo peor y lo mejor.


Respecto a otros límites, supongo que la imaginación y el talento de cualquier juntaletras. A mí, cuando leo, o cuando veo una película, me maravilla sentir un mundo nuevo, sentir que eso no me lo habían contado antes, o no de esa manera. Repetir fórmulas, seguir excavando en lo que hemos leído mil veces tiene poco interés.


No conviene confundir ficción con “todo vale”. También hay que manejar mínimamente recursos narrativos, coherencia y ortografía. Sí, esto también.



  1. ¿Cómo es el proceso creativo de un filósofo a la hora de escribir ficción?


No sé qué responder. No hay muchos filósofos que hayan escrito ficción (claro que igual la filosofía es un género de ficción…). Y yo no soy un filósofo, solo un profesor de filosofía, nada más ¡o nada menos! Recuerdo a unos pocos que han dado el salto y no me ha gustado lo que escriben cuando pasan al otro lado (evito dar nombres, no soy más que un lector muy subjetivo).


Por lo que a mí respecta, es difícil renunciar a la formación que tiene cada uno. Una lectora me dijo en un correo electrónico que se notaba “un huevo” que yo era profesor de filosofía. Espero que eso no sea necesariamente un demérito. En todo caso, es verdad que me gusta detenerme y ahondar en la mente de quienes hago protagonistas, sus motivaciones, su desamparo, sus dudas, su soledad o sus deseos… Alguien me dijo también que mi prosa le recuerda a la de Javier Marías. Me hinché de vanidad, claro, ya me gustaría a mí… La verdad es que Marías escribía como los ángeles, yo decía que sus novelas eran pura fenomenología. Por supuesto, uno de mis escritores mayores.


Por centrar la respuesta, yo escribo a ráfagas, me dejo llevar, se me ocurren situaciones, observo a la gente, escribo y escribo… Pocas descripciones, escasos diálogos y tal vez demasiado análisis. Luego toca podar: a veces los diez folios se quedan en tres. Hay que encontrar orden, sentido… Apolo reconduce a Dionisos.



  1. ¿Primero fue el amor al pensamiento y a las ideas para después volcarse a la ficción o es una amalgama de expresión sin fronteras?


Yo de joven quería escribir poesía. Cuando tuve que elegir estudios, dudé hasta última hora entre Filología y Filosofía. Venció esta, pero seguí leyendo: novela y poesía especialmente. Escribía, pero sobre todo leía. A mi alrededor, algunos amigos y compañeros escribían mucho mejor que yo y les envidiaba. Tuve muchos años de barbecho, apenas alguna nota suelta y archivos en el PC, algunos de los cuales he perdido para siempre. Especialmente dolorosa fue la pérdida de un proyecto de tesis en el que había trabajado y redactado sesenta páginas: “Filosofía y literatura en Miguel de Unamuno”.


De todos modos, creo que las fronteras son más por el afán taxonómico que por otra cosa. A mí la ficción como puro entretenimiento no me ha interesado nunca, pero sí la novela filosófica, con mensaje, si se me permite la expresión, que no debe confundirse con la novela moralizante, que es algo bastante cursi y cargante. Dicho de otro modo, los pensamientos impregnan la ficción: eso es lo que me interpela.



  1. ¿Tuvo algunos pensadores y escritores en general en mente o leyendo durante el proceso de composición del libro?


Ninguno en particular, aunque cómo no evocar a Borges, a Cortázar, a Munro… Desde luego, a Albert Camus, al que dediqué un relato y también al enigmático Wittgenstein, protagonista indirecto de otro.


Hay muchos escritores que aparecen en las páginas de Algo así te dije. Este libro no es, por supuesto, un homenaje ni un inventario de débitos. Pero están ahí. Me han influido, desde luego: mejor que te influyan los buenos que los mediocres. Pero he intentado buscar una voz propia. Quizás eso es muy arrogante; sin embargo, remedar está bien como ejercicio de estilo, pero nada más.


  1. Tiene proyectos literarios pendiente a corto y/o mediano plazo?


Acabo de sacar a la luz un ensayo (Diario filosófico de un profesor peliculero), que se vende en Amazon. De momento, despaciosamente. La gente oye la palabra ‘ensayo’, dice que muy bien, que la filosofía es esencial… y sale corriendo.


Este verano espero terminar unos materiales prácticos para usar películas en las asignaturas del departamento de Filosofía. Básicamente, cuestionarios y análisis.


También he terminado un libro de poesía (un híbrido entre aforismos y haikus), titulado Frente a la intemperie. De momento, está en stand by, por decirlo de algún modo. Veremos qué hago con él, supongo que lo autopublicaré, porque si el mercado de novelas es vacilante y el de ensayos escasísimo, el de poesía es un páramo. Creo que los lectores de poesía de toda España cabemos en un autobús. Ya decía Aleixandre que la poesía no da para comer, todo lo más para merendar.


Me he jubilado prematuramente, así que ahora tengo todo el tiempo para mí. Y lo empleo en esas tres maravillosas actividades: leer, ver películas y escribir. No es que escriba mucho, es que no ceso de corregir, de buscar, de pulir frases, de borrar… La verdad es que es lo que más me gusta: ese proceso de artesanía y mejora. Creo que debemos aspirar a dar lo mejor. No siempre serán obras maestras, eso lo dejamos para Borges y compañía, pero al menos hay que quebrar la mediocridad y no rendirse ante el desánimo.

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