Las Flores Rotas

Blog de poesía

 

Vincent van Gogh, "Self-Portrait" (1887)



Seguramente esta tierra me quiere loco,

Impaciente entre sus destellos blancuzcos, ahogado

En la rendija negra de los acantilados mostazas

De macizos descuajados ante las nubes, erectos

Rayones de chicos premurosos y sabios

En el juego del abandono inexcusable. 

Esta tierra me quiere loco

O rey. Me expulsa de sus calles

Al palaciego refugio de sueños

Sobre una austera taberna de realidades.

El artista sale del mundo

Para añadir sus propios colores; se exilia

En su concupiscente tortura

De virilidad demostrada ante su obra;

De la parturienta mirada densa siempre póstuma. 

Si esta vida no tienta como fruto edénico

Volvamos, juntos, a labrar el campo desierto. 

Siega el sol y esculpe la noche

La maniaca bondad de ensoñaciones,

Trasunto de mundos inaprehensibles 

Para el ojo que no aguarda

Una posibilidad de conquista

Sin el filo del hielo desconocido. 




Francisco Camps Sinza (1988). El espejo de van Gogh. México: La Testadura Literaria, marzo, 2025.

Link: https://latestadura.wordpress.com/2025/03/21/dia-mundial-de-la-poesia/

 

Paul Klee, "Collection of Figurines" (1926)



Un dedo cae sobre la llaga. Vacila su encanto terrenal en la prolongación del dolor. Éste se hace un muro donde el sol no corrompe su largo aliento, ni verdea, al vuelo curioso de las aves, su abalorio canto. La entrega es imposible sin su grito mediador; sin el refugio transfigurado de lección. Algún cuerpo oscuro y superior tenderá su abrazo a la naturaleza desbordada de juicio. Esa carne elevada será la santidad del que no devuelve la mirada al vacío.



Francisco Camps Sinza (1988). El Pequeño dolor (en Nietzsche) y otros poemas. México: La Testadura Literaria, marzo, 2025. 

Link: https://latestadura.wordpress.com/2025/03/21/dia-mundial-de-la-poesia/

Relato de Francisco Camps Sinza
Natalia Goncharova, "Cats (rayist percep.[tion] in rose, black, and yellow)" (1913)




Mi nombre es Nígelher, con la i acentuada y una inflexión como si la jalaran con una cabulla, la cual la hace parecer doble, multiplicarse, o así es como lo pronuncia mamá en ataques de arrechera, hasta que le dije que ahora me llamaba Hene. No prestó mucha atención y siguió nombrándome a su antojo inicial. Antes de ser Hene, me preguntaba cómo lo hubiese pronunciado papá, de estar acá y no en un viaje de tantos años por todo el país -hasta pienso que está perdido y no sabe cómo regresar-. Pero no importa. Lo que viene al caso es que me cansé de repetir mi nombre ante las incapacidades fonéticas de otros: unas veces era “Naigele”, otras “Nigele” y, en la mayoría de los casos, “Nogele”.




Francisco Camps Sinza (1988). Hene, publicado en Transtextos, noviembre de 2024. 

Link: https://transtextos.springrolls.site/franciscocamps/hene/ 

 

Francisco Camps Sinza relato, Las flores rotas blog, cuento, narrativa
Quentin Massys, Portrait of a Scholar (ca. 1525 – 1530)



Les contaré, a la manera que pueda, como fue que dejé de sonreír por un lapso. Estaba en tercer grado de primaria. Fui al colegio “Juan Bautista” como mis amigos Osorio, Márquez y Gaitán, los cuales todavía frecuento en el bar de la esquina. Esos días colegiales eran felices. No había dicha mayor que ir a clases, no a aprender, sino a jugar pelota de goma en el recreo con mis amigos, a comer las obleas del señor Jesús que comprábamos a la salida, a atrapar lagartijas que se escabullían por la placita, espiar a las niñas, entre otras cosas. Mamá siempre me buscaba a las doce del mediodía en religiosa puntualidad. A esa hora, el timbre nos despertaba del letargo de alguna materia, matemáticas o tal vez inglés, me aburrían a morir y como Lucho pensaba que era, no innecesario aprender inglés, sino muy desprovisto de realidad.



Francisco Camps Sinza (La Guaira, 1988). Lapso en Transtextos, mayo, 2024. 

Link: https://transtextos.springrolls.site/franciscocamps/lapso/ 

Francisco Camps Sinza cuento, Resolución, Type Literaria
B. Shaka, "Vanitas Still Life" (1675 - 1700)





Tenía un problema con las manos. No me salían tan bien como quería. Con las de mamá pasaba lo mismo: aquí está cocinando asado, aunque parece un pollo o un pavo lo que mete al horno. Tampoco su nariz está tan lograda; se ve achatada, como hueca, con dos grandes fosas como túneles. No es que tenga un problema, toda ella está bien, de pies a cabeza, con su melena oscura envuelta en un paño, su vestido malva de flores disecadas y su robustez que no he aplanado, como le hubiera encantado. Puede que no tenga tanto talento como pensaba, me repetía. Mira Louis —le digo para salir del sopor—: acá juegan bingo. Él es muy detallista. Es el primero en observar lo que dibujo.










Francisco Camps Sinza (La Guaira, 1988). Resolución en Type Literaria. Link: 
https://lektu.com/l/type-literaria/type-otono-2023/22159

Francisco Camps Sinza, Blanca Sangre, Revista Weird Review
Artemisia Gentileschi, "Jael and Sisera" (1620)



El pobre diablo de rodillas estaba bañado en sangre. Su camisa ya roja, con algunos destellos blancos, marcaba su pecho. De su cabello azabache, explayado en su frente perlada de sudor, se abrían canales bermejos, y el ojo izquierdo de aquel miserable, brotado, intentaba abrirse en vano. Unas mujeres se le abalanzaban como fieras para cachetearlo. Sus brazos atrás, como si estuviesen atados, no detenían los golpes. Estuve allí como dos minutos. Con el machete en la mano intenté detener a ese gentío. Había cinco hombres corpulentos que podían terminar de molerlo a palos, esperando de brazos cruzados que las mujeres se cansaran.



Francisco Camps Sinza (La Guaira, 1988). Blanca Sangre en Revista Weird Review. Link: https://lektu.com/l/revista-weird-review/revista-weird-review-numero-4/22964 

 

Mujer cantando y chico con una flauta.
Johannes Paulus Moreelse, "Singing Shepherdess with Shepherd" (1630)





Labrada la palabra

    como una vieja sonrisa

             tibia en el camino

    de la memoria,

 

    Un sol ausente

en su vertiginoso azular

de alas estivales,

calla

             el lento reconocimiento

     del silencio.





Francisco Camps Sinza (1988). "A un poeta venezolano" en Digo.Palabra.Txt, junio 2023.

Link: https://digopalabratxt.com/2023/06/01/cinco-poemas-de-francisco-camps-sinza-venezuela-1988/

 

Imagen de cristo ecce homo
Caravaggio, "Ecce Homo" (1605)




Una ironía para la posteridad se cierne

En un espíritu de agua alterada,

En un cuerpo esculpido por los griegos y pintores sucedáneos,

De ojos gachos como quien ha aprendido su mapa extraviado,

Envuelto en túnicas de versos diligentes de posteridad.

¡Miren: es solo un hombre!

¿Quién quiere ser engañado por la anarquía de su voluntad?

Un ejemplo de la soberbia del que acompaña sus pasos,

De carnes avaricias,

En el ciego pastizal de la locura; una luz

Que bendice el oprobio de las criaturas;

Un hombre que se supo Dios ante el reino

De sus sombras.





Francisco Camps Sinza (La Guaira, 1988). Poema publicado en la Revista Virguliéresis, no.1, año 1, marzo 2023. Link: https://virgulieresis.com/#edicion1_46

 

Mujer sentada vestida de negro
Édouard Vuillard, "Woman in Black" (1891)




San Francisco meditó su condición ante la

Calavera; la observaba en una lejanía de imposibilidad carnal,

Refugiado por la lanza pálida de la cruz.

Un futuro celeste colmaría su sed de una muestra ansiada

De cantos, aves y silencios absorbidos por los árboles,

De un augurio subterfugio diluido por los deseos y sus renuncias.

Un río rezongaría su huída y regreso; el continuo tiempo

Mecido y acuoso, entre las rocas, nubes.

Una madre cantará a sus hijos sobre los brazos de la eternidad

Y la cárcel de sus ruegos. Arrodíllate y visita el silencio

En su altar de la escucha. Algo escondido estalla.

Algo en la imposibilidad de sostenerse en palabras. 





Francisco Camps Sinza (1988). Poema publicado en la Revista Virguliéresis, no.1, año 1, marzo 2023. Link: https://virgulieresis.com/#edicion1_46

 

Francisco Camps Sinza, Relato, Las flores rotas blog de poesía, Arte, Jacob Jordaens
Jacob Jordaens, "The Feast of the Bean King" (1640-1645)




Al llegar a la esquina había olvidado el número que me había dado mamá para que lo jugara por la lotería del mediodía. Le di lata para que no lo anotara (estoy grande) y se me fue de la chaveta. Creo que era 341 y a la inversa (mamá hablaba de permutas y cada mañana hacía un triángulo viendo el programa de “El Iluminador”). No tuve otra opción que devolverme cuando la señora Lourdes estiró la mano para recibir el papelito, como de costumbre. Me quedé petrificado; miré a la señora que estaba detrás, llevaba una bata, no tenía sostén y sus pezones apuntaban a mis ojos. Me devolví. Si la ve, pensé, la señora Lourdes con su voz de cacatúa le contará lo ocurrido. Ya la escucho reírse, con su estruendo que incendia la vereda. Lo mejor es que no le riña a mamá en la noche al mandarme a botar la basura, al escuchar de sopetón el frenazo del camión, siempre a la hora de la cena y tener que dejar la arepa sobre la tele (porque si la dejo sobre la cama, como sucedió, el perro se la come), salir volando por las escaleras y hacer de Forrest Gump otra noche más.




Francisco Camps Sinza (1988). Fiesta con whisky, Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, XI Edición, 2017.

 

Mujer observando su reflejo ante el espejo junto a dos ángeles
Titian, "Venus With a Mirror" (1555)



De mis pasos se encendieron llamaradas

De profundo escarlata. Lirios nacían en los lagos

Abarrotados de cisnes briosos,

El sol cantaba su desfile estival al océano, mientras

Venecia era una niebla de espuma perfumada

Inválida en su aprehensión cismática.

La belleza —de puntillas— se escurría en algún

Rapto virginal de Apolo, entre las alas

Del escenario dorado de perpetua juventud. Caía lento

El telón nocturno y embriagante de una calle parisina

Adornada por la luna y los faroles, y el dominante

Porte de algún labrador de almas inocentes.

Del sueño y sus arrebatos

Despunta un tendero campestre de girasoles

En su oportuna liviandad de placeres

Vedados a los prestidigitadores del fracaso

En su hambrienta desdicha instimulada y panfletaria.

Seré lo trazado en el meridiano de cruz y redención.

Volveré implacable en los serenos versos

Del tertuliano que canta su bondad ante

La meseta de su vida; acogeré quien ve caer

Los pétalos en labios amados. Visitaré

Al que halle una cofradía secreta de jolgorio

En este mundanal hastío.




Francisco Camps Sinza (1988). Poema publicado en la Revista Virguliéresis, no.1, año 1, marzo 2023. Link: https://virgulieresis.com/#edicion1_46

 

Francisco Camps Sinza, Las flores rotas blog de poesía, Revista Literaria Ligeia
Anonymous, "Allegory of Sight"





Es de necios preguntar de dónde venimos.

Nuestra estirpe es de apamates

y ríos negros sin peces oblicuando el tiempo,

de dioses moribundos tan dueños de la muerte

como de la lujuria; de niños

entrados en sueños perversos

bailando nuestros destinos como trompos

abriendo zanjas en la tierra. Ante la vacilación,

nuestra sangre se arrastra con hilos de viento

hasta los ecos de la caverna, y solo devuelve

el aroma reconocido

del desamparo.




Francisco Camps Sinza (1988). "Procedencia" en Revista Literaria Ligeia, año I, número 1, julio 2023, Buenos Aires, Argentina.

Link: https://www.autoreseditores.com/libro/23717/revista-literaria/ligeia.html

Mujer reclinada escribiendo una carta.
Gerard ter Borch, "Woman Writing a Letter" (1655)





Alguien se sienta frente a un mesón

Sin ventanita abierta a las aves

Y al zumbar de las ramas. Quizás

Lo hace de pie, y así redacta una carta

Sin posible remitente. Un desahogo

Nace antes de la letra moldeada

Por el trazo meditado en su concupiscencia, sin

Tachones ni islas negras de náufragos

Alimentados por la sapiencia de Crusoe,

Lejos de la advertencia de nómadas ballenas.

Algo sabrá, el escribiente, que permite

Templar el café sin angustia señorial. Y en

Su valiente empuñadura, sin tiempo ni

Ciudad escurrida en cornetas y sirenas,

Ni carne, ni deseo, ni espíritu

Hambriento, deja una

Obra sin testigo ni sello

Que atestigüe del infame ángel

Aburrido revoloteando un mundo ardiendo.





Francisco Camps Sinza (1988). "Carta anónima" en Revista Alborismos, 10. Trujillo, Venezuela: año 1V, diciembre 2022.

Link: https://www.autoreseditores.com/libro/22168/ediciones-alborismos/revista-literaria-alborismos-10.html  

 

Dios en el medio y unos ángeles al fondo.
William Blake, "When the Morning Stars Sang Together" (1804-1807)




Para decir papá son dos golpes secos en la rodilla izquierda, recordó Justina. Sonó dos zarpazos en su cabeza, mientras que el doble de golpes, más suaves, sobre la rodilla derecha, era mamá, y pensó: ¿Hermano? ¿Cómo nos llamamos a nosotros? Quiso decirle esto a Gael, pero el chico estaba tan absorto, mirando el cielo azul seco con las pestañas al aire como gusanos de terciopelo, zambullido en sus propios pensamientos. Ante el azote del viento, Gael hundía sus manos como si navegara esa masa invisible y tibia.




Francisco Camps Sinza (1988). El lienzo de Wittgenstein, Brevelectric, 2021.

 

Mujer reclinada en una silla. Habitación iluminada.
Pierre Bonnard, "Femme Assise" (1907)




No sé si mamá tenía razón al decir con ligera amargura que el tedio era la enfermedad de mi generación. Su agudeza salió una tarde mientras hacía una ensalada y me veía bajar y subir las escaleras, entrar y salir de casa, dubitativa, pensando si visitaba a Carlina, mi amiga de la infancia, hasta que me zumbé en el mueble y oscilaba entre el panal disecado del techo y ver a mamá limpiar las lechugas. No dijo más nada; rezongaba a sus adentros o no presté mayor atención a lo que dijo luego, hasta que gritó que picara el pan en trocitos. Lo hice; casi corto mi índice, soy torpe, andaba pensando pendejadas, y antes de que parte de mi dedo fuese masticado por papá o Luisito y salieran en las noticias de RCTV a la medianoche como caníbales, mamá, en suma lucidez, me despachó de la cocina.



Francisco Camps Sinza (1988). Relato Lección en Transtextos, 2022. Link: https://transtextos.springrolls.site/franciscocamps/leccion/

 

Mujer reclinada sobre el pasto verte. Muchas plantas a su alrededor.

Millet, "Bergère dormant à l’ombre d’un buisson de chênes" (1874) 




Era la séptima carta que enviaba papá al programa Somos Todos, un concurso nocturno que insistía en probar, como le gustaba decir al presentador, la paciencia del venezolano. El Sr. Oplinio preguntaba, con su voz parsimoniosa, edulcorada, un cuestionario por participante, entre verdades y mentiras, paradojas, intercalando por colores —del magenta hasta el blancoleche, los cuales identificaban a los nueve concursantes—, mientras sus técnicos jugaban con la atmósfera del show. Las primeras cartas de papá con intención de concursar fueron en enero pasado, luego en marzo, mayo, un par en junio y dos en el mes de julio, cuando una mañana cualquiera de un lunes a las ocho de la noche, colocaron una telenovela repetida hasta el hartazgo. Al principio papá se sintió desconcertado, mecía sus cejas apenas blanquecinas, diciendo en voz alta lo que era para sus adentros: «Seguro está enfermo», pero papá no es ningún ingenuo, sabe tan bien como yo que los programas los graban, tienen otro tiempo, así rece a un costado, titilando, el en vivo. Al día siguiente fue lo mismo y de esa forma, continuó el resto de la semana. Para el lunes siguiente, papá preparó otra carta, la leyó en voz alta, como si quisiera convencerse de lo escrito, sin participarme en lo escrito, tratando de corregir algún error que tuviese la misiva. Siempre la comenzaba con un “Estimado Sr. Oplinio”, y finalizaba con “Un fiel seguidor y creyente de Somos Todos”, para estampar su firma oblicua con una cola inclinada hacia la izquierda al término de la misma , firma practicada una y otra vez, inundadas en un viejo cuadernillo. Bajamos al correo, depositamos la carta en la misma agencia, con la señora catira de gruesas cejas y labios muy rojos, fuimos a la panadería, comimos un golfeado y café con leche, y con dos campesinos bajo el brazo volvimos al apartamento. Papá poco salía solo; no sé si era una excusa para cuidarme, o su condición de pensionado, o si en realidad era tan asocial y taciturno como se mostraba. Contadas veces lo vi saludar afectuosamente a alguien en la calle, detenerse a conversar con un amigo, como esa vez que vimos a un hombre de bigotes gruesos, muy alto y con paltó oscuro, ––¡Mario!––, dijo el hombre con sorpresa, papá se abochornó, su rostro cambió por completo, y al abrazo sincero que mostró aquel hombre, él lo respondió con la misma expresión al quedarse sin cigarrillos.




Francisco Camps Sinza (1988). Relato "Avenida 'La Deriva'" en Premio Santiago Anzola Omaña, 2017. 

 

Mujer decapitando a un hombre con una anciana en el fondo
Caravaggio, Judith Beheading Holofernes (circa 1598-1610)





La cabeza giratoria del rey

Derrama la sangre ansiosa de su pueblo. El hambre

De los espectadores atestigua la bondadosa señal de su poder.

Cae la noche y el sueño desterrado del rey

Es tan ligero como la pluma que roza

La yerba virgen. Los pájaros nocturnos,

Invisibles en las ramas, son los dramaturgos

Del canto prolongado en el alba. Ante el júbilo

De las nubes arreboladas, el silencio del terror

Será el pan que desgaja la vagabunda Historia.

El traje dorado, tendido en el trono, será zurcido

En insomnios de dedos llagosos. El clamor

Tendrá hijos; la verdad tendrá enemigos,

La mentira relucirá en su cofradía de falsa luminosidad.

Y los poetas (junto al omnipresente brillo de la infancia)

Cargarán, entre sus juegos, con el puñal

Sombreando la incertidumbre bajo la almohada.

 




 Francisco Camps Sinza (1988). Digo.Palabra.Txt. [1], junio, 2023.

 

Mujer sosteniendo el espejo sobre una calavera.
Nicolas Regnier, "An Allegory of Wisdom" (1626)



Había salido a trompicones de la casa, casi trotando, como lo hacen esos deportistas que están en un punto intermedio entre caminar y correr. Su camisa blanca estaba impecable. Su pantalón gris, de finas rayas marrones, no estaba del todo planchado; se corrugaba en la entrepierna, pero eso no se veía tan mal. El problema fueron sus zapatos. Estaban viejos, sin brillo, a pesar de las estrujadas con un paño y un poquito de cerveza. Eso dicen que ayuda. Era martes, 3:00 p.m., y su papá ya estaba vuelto na. En el refrigerador quedaban seis cervezas; él abrió una, se toma la mitad de un jalón y humedeció una media vieja y procedió a limpiar los zapatos. Pensó que si su papá se fijaba él iba a aceptar los carajazos. Después, todo pasa más rápido. Pero había que esperar. Yo, que le seguía, casi no pude agarrarle el paso. Esquivó con destreza unos charcos y algunos coprolitos fosilizándose desde hacía rato. Al llegar a las cercanías del hospital Madre Salvación, a unas quince cuadras de la casa, ya me sentía cansado. ¡Al fin pude alcanzarlo! De la nada, la suela del zapato izquierdo se abrió como una arepa. Ricardo trastabilló, pero se detuvo frente al bululú que aguardaba en el codo de Emergencias. Una chica indiscreta le pinchó el brazo a la mamá que hablaba por teléfono para que viera el espectáculo. Sí, Ricardo andaba renqueando por la acera, saltaba como un canguro cojo, viendo si había un banco desocupado. Nadie se levantó. Había dos hombres leyendo el periódico, conversando y balanceando una morisqueta en la cara, sacándole un chiste a una de las innumerables desgracias nacionales de turno, además de la niña flaquísima al lado de la mamá que no despegaba la cara del celular, y dos señoras y un señor que podían sumar toda la historia republicana entre los tres. A decir verdad, mis zapatos no estaban mejores: grises, chatos, con una estrella al costado que se caía, aunque las trenzas estaban limpias. Le dije para cambiarnos de calzado, pero no quiso. Compró un chicle en la bodega de Justo, lo mascó y se lo pegó a la suela. La niña flaquísima retorció su boca. “¡Qué asco!”, dijo sin dejar de ver. A Ricardo no le importaba la estética. Subió el zapato, le dio una mirada desde arriba, lo zapateó como si matara una cucaracha o bailara joropo, dio unos pasos y, como fue un éxito el experimento, siguió su caminata. Esta vez ralentizó el tempo. Tenía un tumba’o que no era el suyo. No sé si mejor o peor. “¡Qué cagada!”, soltó cuando estaba hombro a hombro con él, o más bien hombro con cara.




Francisco Camps Sinza (1988). El centinela, Sello Cultural.

 

Mujer siendo visitada por dos brujas
Goya, "No grites, tonta" (1796-1797)




Vanessa creía escuchar gritos en el cuarto de huéspedes. Su tío Claudio, el “cojito”, como le decían entre los primos pequeños, por su “herida” en la rodilla durante su vida pasada luchando en alguna de las guerras de independencia —se levantaba el pantalón y, con su pierna poblada como el amazonas, hundía su índice en la rótula y veíamos un agujero, por la insistencia e ilusión o la ineludible prueba de su vida pasada—, nos explicó, a su modo, el motivo de tales sonidos en dicho cuarto.



Francisco Camps Sinza (1988). Los gritos, Letralia, 2022.

 

Hombres volando sobre un fondo oscuro
Goya, "Los Proverbios" (1815-1823)



Cuando Augusto Fortepiedra enfermó gravemente, sentir como menguaban sus fuerzas hasta dejar de trabajar definitivamente como bedel en el aeropuerto de Santaeva, tener que coger cama y toser a cada rato como si sus pulmones se fuesen a desprender, lo primero que pidió, luego de regañar por un cigarrillo, fue llamar al padre Jesús Meléndez. Éste era un viejo conocido suyo, contemporáneos, unidos por padres amigos, ambos muertos por cirrosis hepática y madres abnegadas al amor de hombres duros en tiempos duros. El padre Meléndez lleva un par de años oficiando misa en «La Jungla», un poblado al este de Santaeva rodeado por una plaza custodiada por la iglesia principal, blanca, altiva, con una campana repicando todas las tardes cuando el sol se empeña en dejar de posarse sobre la mar.



Francisco Camps Sinza (1988). ¡Traigan al padre!, Papel Literario, El Nacional, 2022.

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