Andy Warhol, "One Multicoloured Marilyn (Reversal Series)", (1979-1986)
El libro de la escritora y crítica mexicana Avelina Lésper despierta las conciencias adormecidas sobre gran parte del consenso en torno al arte contemporáneo. Sus ideas van dirigidas a los que rotulan como arte cualquier manifestación que desvincule la creación del pensamiento, la crítica y el disfrute estético.
Esos requerimientos indispensables mencionados, tanto para el artista como para el espectador, para Lésper, están condicionados por las maniobras discursivas-ideológicas en consecución de transformar cualquier cosa (la mayoría de las veces sin un objeto en sí; sin obra) en arte.
Que se nos pida alienar nuestra percepción para aceptar como arte algo que no demuestra valores estéticos es pedirnos que mutilemos nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad y por supuesto nuestro espíritu crítico.
Para Lésper esa complacencia retórica está por encima de la creación y su ejercicio, demagógico y alineado a intereses particulares, desfigura la misma noción de arte: "...contradice la misma naturaleza del objeto..." (p. 17).
Son contados los ejemplos que nos da la autora de artistas cuya mediocridad, lasitud o mera tomadura de pelos, los cuales ponen un especial énfasis en conceptualizar sus obras y no en la facturación de las mismas, esquematizando lo que el espectador, con sus propios criterios, sentidos y razonamientos, está en capacidades de hacer; es un arte que limita las lecturas posibles, discernibles o no, y cuyas funciones, que no son del todo lineales ni intencionales ni mecanizadas, se desvanecen tan pronto como el parpadeo del observador.
Es la génesis del artista-espectador-crítico que con sus creaciones opera una multifuncionalidad que se agota en sus propios juegos; lo lúdico, inyectado por los contextos socio-económicos y políticos de cada época, cae en lo paródico: la ironía de Duchamp con la fuente y la reproducción infinita de Warhol, entre otros ejemplos paradigmáticos, fungieron como las antítesis de lo que ahora es permitido: la proyección del negativo es ahora la nueva imagen imperante.
La propia idea de arte ha mutado, ensanchándose a terrenos insospechados. La teorización filosófica reclama sus cuotas de creación; las directrices que enmarca para el juicio estético y crítico se emparentan con la teología: "No tenemos que ver la obra: esta existe si creemos en lo que ya han escrito sobre ella" (p. 19).
Esa sacralización de los significados, del concepto por encima de la creación (en un juego de arbitrariedades, intenciones y guiños), desplazó a lo objetivo: lo verificable subyace en lo antes citado por el artista y curador, especialistas que tienen la última voz y control aséptico sobre la interpretación que les pertenece. Entonces, el arte, lo público, se convierte en una maniobra narrativa domesticada por sus intenciones y moral; un vehículo manipulado por las modas, panfletos o reclamos sin una incidencia en el terreno del goce estético.
No obstante, más allá de la discusión reptante sobre qué es arte y cual debería ser desechado en sus intentos, por más nobles que sean, John Barth, escritor estadounidense, nos recuerda en "The Literature of Exhaustion" que el arte también tiene validez intelectual en la ironía: lo ejemplifica con el "Pierre Menard, autor del Quijote" de Jorge Luis Borges. Esa mirada incisiva sobre lo perpetrado, aunque sea una pretensión de escribir el Quijote de memoria, un espejo de ese otro gran espejo que ha destellado a toda una civilización, es un muestrario de las intenciones del artista, ya sea escritor, poeta o pintor, al querer lanzar al mundo lo que sus ojos, sentidos y experiencias han registrado, manipulado y rehecho para dar algo nuevo. El mismo Barth dice que de Beethoven componer hoy en día su Sexta Sinfonía sería un fracaso (la palabra empleada por el mentado autor fue 'embarrassment'). Esa sentencia, en detrimento de lo expuesto por Lésper, reivindicaría la carga irónica del "no arte": un gran cuerpo que se va reconstruyendo a través de metarrelatos, apropiaciones, ideas nuevas a partir de lo ya creado, el plagio, imitaciones, lo kitsch etc., los cuales nos indicarían el baremo del arte, y su historia, y no de la cultura en sí misma. Algo así como el envoltorio de plástico sobre el David, impertérrito, llevando su observación lívida a nuestras marmóreas disquisiciones.
Barth, John (August, 1967). The Literature of Exhaustion. The Atlantic.
Lésper, Avelina. El fraude del arte contemporáneo. Online.