Artemisia Gentileschi, "Lucretia" (1627) |
Quiero morir. No quiero oír ya más campanadas.
La noche se deshace, el silencio se agrieta.
Si ahora un coro sombrío en un bajo imposible, si un
órgano imposible descendiera hasta donde.
Quiero morir, y entonces me grita estás muriendo,
quiero cerrar los ojos porque estoy tan cansada.
Si no hay una mirada ni un don que me sostengan, si
se vuelven, si toman, qué espero de la noche.
Quiero morir ahora que se hielan las flores, que en
vano se fatigan las calladas estrellas, que el reloj
detenido no atormenta el silencio.
Quiero morir. No muero.
No me muero. Tal vez
tantos, tantos derrumbes, tantas muertes, tal vez,
tanto olvido, rechazos,
tantos dioses que huyeron con palabras queridas no
me dejan morir definitivamente.
(1944)
Idea Vilariño (1920-2009). Poesía completa. 2016. España: Lumen.
Poussin, "Le massacres des Innocents" (1625-1626) |
Poco hilo me queda, pero espero hallar el modo
de dedicarle al próximo tirano
mis pobres cármenes. No me dirá que me corte las venas
como Nerón a Lucano. Querrá una loa espontánea
que brote de un corazón agradecido
y la tendrá en abundancia. Asimismo podré
dejar huella perdurable. En poesía
lo que cuenta no es el contenido
sino la Forma.
Eugenio Montale (1896-1981). Material de lectura, serie poesía moderna, núm. 171, 2012. México: UNAM.
Corot, "Woman Reading in the Studio" (1868) |
Sentados, la última mañana de mi visita,
cómplices, cruzamos y volvemos a cruzar
las piernas. De pronto, ve un hilo
que cuelga del puño de mi camisón y dice
¡Quédate ahí! y se apresura a buscar algo
en su cajón. Extendiendo mi muñeca,
él mira fijo el puño, sus iris
esferas de materia engastada.
Abre la tijera pesada, con trabajo
logra apresar el hilo entre sus hojas de bronce
del color de la tinta, a cada lado
del hilo: quiere lograr un trabajo perfecto,
hacerme un favor al final de su vida.
Al fin, con un movimiento,
corta: suspiramos.
Bebemos café, lo sentimos
entrar en nosotros. Él sabe
que cuando muera vivirá en mí,
que lo llevaré conmigo como su madre
sin saber si algún día alumbraré.
Sharon Olds (1942). El padre. 2004. Madrid: Bartleby Editores.
Rembrandt van Rijn, "Self-Portrait" (1659) |
Uno de mis deseos es que esos oscuros árboles,
tan ancianos y firmes que apenas se alteran con la brisa,
no fueran, digamos, la máscara solamente de una sombra,
sino que hasta el último abismo se extendieran.
Pero no solo no me detendrán sino que un día
hacia su vastedad me atreveré a deslizarme,
sin miedo a no encontrar jamás el campo abierto,
o una carretera donde la lenta rueda esparza arena.
No veo por qué debiera alguna vez volverme,
o por qué no debieran perseguir mi rastro
para alcanzarme, aquellos que aquí me echan de menos
y ansían saber si todavía les tengo alguna estima.
No me encontrarán distinto de aquel que conocieron:
solamente más seguro de todo lo que creía cierto.
Robert Frost (1874-1963). Poesía completa, 2017. España: Ediciones Linteo.
Ludvig Karsten, "Naken pike i sengen" (1914) |
cuando se sabe que pronto va a llover,
los hombres nos quedamos en casa con cualquier excusa
y el libro cuya lectura se nos había olvidado
regresa,
planta sus árboles entre nuestras manos y la pared más próxima,
y las lámparas
con su luz diminuta nos hacen ver todo un mundo debajo
del mismo escritorio de siempre,
los planetas de polvo,
las frutas secas que las hormigas no quisieron comer,
los lápices regados;
cuando uno quién sabe cómo se da cuenta
de que está cerca el cielo, de las gotas
frías que ya abonan la tierra de afuera,
también quién sabe cómo
los hombres en silencio lloramos un poco
por la casa que sólo se nos viene encima con la lluvia,
por el café que huele mejor cuando hay mal tiempo,
por la mujer que dejó todas las huellas del mundo
intactas
en el cuerpo de adentro
Luis Moreno Villamediana (1966). Manual para los días críticos. 2001. Caracas: Editorial Pequeña Venecia.
Pierre Bonnard, "La femme au chien"(1906) |
NIÑA, cuidado con lo que dices
cuando hablas con palabras, con palabras,
porque las palabras están hechas con sílabas
y las sílabas, niña, están hechas de aire,
y el aire es tan ligero, el aire es el aliento de Dios,
el aire es más ligero que el fuego o la bruma,
más ligero que el agua o la luz de la luna,
más ligero que las telarañas bajo la luz de la luna,
más ligero que las flores de agua en la mañana;
y las palabras son fuertes, también,
más fuertes que las piedras o el acero,
más fuertes que las patatas, el maíz, el pescado, el ganado,
y suaves, también, suaves como huevos de paloma,
suaves como la música de las alas del colibrí.
Así, niña, cuando saludes,
cuando cuentes chistes, expreses un deseo o reces
ten cuidado, ten cuidado, ten cuidado,
sé lo que quieres ser.
Carl Sandburg (1878-1967). Antología de Carl Sandburg. Ciudad de México: Editorial Letras Vivas, 2003.
Sofonisba Anguissola, "Self-portrait at the easel" (1556) |
a mí nunca partir me ha visto el mundo,
siempre me ha conseguido ya en mitad de sus perros
y el alumbrado público,
como si fuera un muerto anciano un muerto suyo,
siempre puntual a un costado de la acera;
quien me visita no aprecia mi equipaje
o nota apenas mis cajas y mis baúles:
la camisa que llevo tiene ya tanto tiempo encima
que parece de piedra;
cuando me muevo paso inadvertido:
¿a quién le importa que un árbol se harte
y se mude de cuadra?
si alguna vez comprara un pasaje
y decidiera que una nube es mi casa
o es mi hogar otro río o un palacio de la India,
silbando el mundo creería que esa nueva morada,
como mi ropa,
es antigua y de piedra
Luis Moreno Villamediana (1966). Manual para los días críticos. 2001. Caracas: Editorial Pequeña Venecia.
Joaquín Torres-García, "New York City; Bird's Eye View" (1920) |
¿Me habitan las ciudades o solamente se recorren?
¿Qué tan de paso es uno? ¿Cuánto de ellas llevamos
en las entrañas?
He recorrido tantas ciudades, he vivido en tantas.
Cinco ciudades antes del uso de razón, una sola
en veinticinco años.
¿De cuál soy realmente? ¿De aquélla en donde nací o
de aquello en donde transito?
En ésta, en donde vivo ahora, me siento apenas
testigo de sus andares y mutaciones. De las otras,
alguien que las busca siempre en sueños.
Se me esconden, me evaden, me seducen con
silencios de mujer, con secretos de lo que no sé nada.
¿Qué tan de ellas puedo ser? ¿Qué tanto puede ser
uno de lo que ama?
Siete Troyas llevo dentro, siete Troyas que mi cuerpo
se reparten.
Me recorren, me averiguan, me espían en la noche.
Las habito, las escribo. No sé más nada.
Ricardo Ramírez Requena (1976), Maneras de irse, 2014, Caracas, Editorial Ígneo
Goya, "A woman about to attack a sleeping man with an axe" (1812-1820) |
De todos los sufrimientos que los hombres se infligen
entre sí,
no es la guerra el peor mal,
es sólo el más absurdo
y padre de todas las cosas.
Y el mundo de los hombres
ha heredado de la guerra la insensatez,
que está incrustada inextirpable en su carne.
Dolor, ¡oh, dolor!
La insensatez no es más que falta de imaginación,
ridiculiza lo abstracto, habla absurdamente de cosas
santas,
del suelo y y del honor de la patria,
de mujeres y niños a los que hay que defender.
Pero si se halla ante lo concreto, entonces enmudece
y es incapaz de imaginar los rostros,
los cuerpos y los miembros desgarrados de los hombres,
así como el hambre que en mujeres y niños ella misma
ha despertado.
Así es la insensatez, merecedora de la piedad de Dios,
la insensatez de los filósofos y de los poetas,
que hablan, sin saber, de espíritus sangrantes, de bocas
babeantes,
y de la santidad de la guerra.
Pero deben evitar las banderas ondeantes de las
barricadas,
pues allí acecha la verborrea abstracta,
la falta de responsabilidad sangrienta y sanguinaria.
Dolor, ¡oh, dolor!
Hermann Broch (1886-1951). Material de lectura, poesía contemporánea, 2009, México, UNAM. Traducción de María Ángeles Grau.
Arnold Böcklin, "The Death of Cleopatra" (1872) |
Cuando pasó el cortejo
los hombres que se hallaban en el café
se quitaron el sombrero mecánicamente.
Saludaban al muerto distraídos.
Estaban todos vueltos hacia la vida,
absortos en la vida,
confiados en la vida.
Uno, sin embargo, se descubrió con gesto más
amplio y demorado,
mirando lentamente el ataúd.
Éste sabia que la vida es una agitación feroz y sin
sentido
pero la vida es traición,
y saludaba el paso de la materia
libre para siempre del alma extinguida.
Manuel Bandeira (1886-1968). Más que un carnaval. Antología de poetas brasileños contemporáneos. 1994. México: Editorial Aldus.