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Liliana Flores Hilario (2025). Foto cortesía de la autora. |
Liliana Flores Hilario (Lima, 1992) es una poeta, académica y militante feminista que ha publicado los poemarios Trébol (2024) y, recientemente, Criaturas (2025), además de figurar en antologías como La tentativa de sentir y la plaqueta La sociedad de los poetas. También, Flores Hilario ha participado activamente durante años en la educación, promoción del libro y la lectura pública. Es por ello que nos planteamos una entrevista breve con la poeta para que nos aproxime a su noción de poesía, la vocación, la producción literaria y, por supuesto, la palabra.
Preguntas:
1) Su resumen literario nos dice que, además de poeta, es psicóloga, educadora y promotora de la lectura. ¿Considera que estos roles han supeditado de alguna manera su capacidad creadora?
Definitivamente, mi formación en psicología me ha llevado a explorar la condición humana en sus múltiples dimensiones: la psique, las emociones, los sentimientos y los esquemas cognitivos. Paralelamente, desde mi rol de educadora emerge en mí un juicio crítico hacia la sociedad; cuestiono y reconfiguro los conocimientos que deberían iluminar la vida. Creo que la escritura debe tener propósito: si se nombra “agua”, debe saciar la sed; si escribo “carencia”, el lector debe reflexionar.
En ocasiones, mi superyó se deja entrever de manera sutil, y soy consciente de la necesidad de superarlo. Sin embargo, me guía una convicción firme: no estoy llamada a vivir únicamente para mí, sino para servir al prójimo. De allí proviene mi vocación por la enseñanza y mi fe, quizá ingenua, en la posibilidad de transformar mi país, o al menos la comunidad en la que habito.
Si yo misma he experimentado una transformación a través de la poesía, estoy convencida de que también puedo acompañar a otros en ese viaje de lectura y escritura. Todo esto me permite expandirme en el trabajo creativo, encontrar recursos y asumir diversas perspectivas en el arte de escribir.
2) Poesía: ¿Mandato o elección?
Es un mandato. La poesía es una llamada, una orden que me exige escribirla a cualquier hora. Las palabras resuenan una y otra vez, como si tuvieran la necesidad de respirar en una servilleta, en hojas sueltas, en un cuaderno, detrás de un libro, en el celular.
Emerge espontánea, dubitativa, dócil pero inquebrantable, y yo no puedo decirle que no.
No soy tan ordenada, pero cuando escribo en mi máquina de escribir antigua, el olor de la tinta y el golpeteo de las teclas me incitan a fluir de un modo inconsciente, como si la poesía encontrara allí su propio cauce.
3) Sus poemas indagan sobre la naturaleza: lo vegetal, los animales, además de la exploración humana desde la identidad femenina, entre otros temas. ¿Hay límites a la hora de escribir poesía?
Es una pregunta muy interesante. Blanca Varela menciona que existen dos tipos de escritores: aquellos que escriben desde la conciencia y aquellos que lo hacen desde la locura, desde lo inconsciente. Yo me encuentro en la frontera.
Puedo escribir de manera consciente sobre la naturaleza salvaje: los árboles lúgubres, las flores carnívoras, la nostalgia. Pero si lo hago desde la fiebre, el dolor o la ansiedad, la escritura se vuelve más visceral, más cruda. Allí el texto fluye con otra intensidad. Sin embargo, escribir desde ese lugar todavía me cuesta: al tocar nombres o cosas temo romperlos; hay territorios sagrados con los que no me atrevo a jugar.
No sé si, cuando cruce esa línea, pueda regresar intacta. Aunque mis versos suelen ser oscuros, sombríos y tristes, aún respeto ciertos límites invisibles. En el fondo, sin embargo, sé que algún día habré de cruzar todas las fronteras.
4) Respecto al proceso creativo al escribir poesía, ¿primero nace el tema o son un cúmulo de exploraciones sensitivas/simbólicas creando un cuerpo poético?
Jamás hay un tema específico: el texto nace sin dirección, como un cúmulo de exploraciones más emotivas que se entrelazan con lo simbólico. Mi poesía brota de la privación, como bien menciona Cesare Pavese en El oficio de vivir: confirmo que hay que descender al abismo para poder escribir.
Mi poesía nace de la insatisfacción, de las frustraciones, de grandes decepciones, de la tristeza y del dolor. No sé escribir desde la felicidad —ese es, precisamente, mi reto—; cuando estoy feliz, simplemente no escribo.
Un amigo decía que mi poesía es como un caballo desbocado, y en efecto: doy rienda suelta a mi querella interior, a mi mundo subjetivo y desordenado, hecho de claroscuros y de frenazos en seco. Escribo movida por estímulos que remueven mi ser, y entonces me siento libre: libre para tocar puertas, para viajar, huir, denunciar, llamar.
5) ¿Qué le motivó a escribir «Criaturas»?
Esa
es la pregunta más difícil. He pasado algunos días pensando en ella.
Pero te confieso que tengo la sensación de ser otro animal que no se resigna a
morir.
Sentía que debía contar mil historias de todas las criaturas que habitaban en mi corazón. Algunos poemas tienen varios años; otros comenzaron a nacer de forma espontánea.
Cuando era niña fui al zoológico con mi maestra y mis compañeros. Yo me quedé observando a los animales, tanto que, de pronto, todos desaparecieron. Me sentí perdida, abandonada, y lloré muchísimo. Al salir encontré a un grupo de madres sentadas; me acerqué y me quedé allí, pero nadie me consoló. Entonces vi a mis compañeros cruzando un puente a lo lejos. Nadie regresó por mí, nadie me llevó de vuelta al grupo. Y seguí llorando…
Ya adulta, aún me agrada visitar el Parque de las Leyendas, pero cuando contemplo a los animales en cautiverio me invade una pena. No sé si es por los animales, o por aquella niña que se perdió, ¿fue olvidada o abandonada?
Así que Criaturas habla, quizás, de esos animales olvidados y abandonados. O tal vez de esa niña. Creo que cada lector lo descubrirá cuando lo lea.
6) ¿Consideras que «Criaturas» es tu bestiario particular?
Sí, porque convierto algo personal en un catálogo mítico, un registro poético donde los sueños, las obsesiones y los miedos se transforman en animales. Allí se enlaza mi experiencia íntima con una visión colectiva: la mirada hacia los animales domesticados y salvajes, símbolos de nuestra propia condición humana.
De esa manera alcanzo una profundidad compartida mediante el simbolismo.
Podría decirse que cada criatura es un fragmento de mí misma. Criaturas es un multiverso: el lector tendrá la experiencia de adentrarse en un códice antiguo y, al mismo tiempo, actual, porque el contexto influye de manera brutal.
7) ¿Tuvo algunos escritores/escritoras en mente o leyendo durante el proceso de composición de «Criaturas»?
He revisado varios libros por una costumbre natural. Leo poco y me gustaría dedicarle más tiempo, pero la rutina a veces lo complica. Aun así, he leído un poco de todo.
Entre mis lecturas más significativas están los libros de poesía de Antonio Cisneros y mi libro de cabecera, Un corazón de nadie de mi querido Pessoa, al que siempre regreso con cariño. También me han marcado El lobo estepario de Hermann Hesse, El oficio de vivir de *Cesare Pavese, Cuentos heridos de *José Carlos Agüero, Amistades animales de Ana Gallo y Katherine Quinn, Nuevo álbum de zoología de José Emilio Pacheco, el poemario de Lucía Ocampo Todo significa sed, y la poesía de Idea Vilariño.
8) ¿La palabra justa o la necesidad de que la palabra se ajuste a lo deseado?
Sí creo en la palabra que es justa, pero no como un destino fijo, sino como una búsqueda infinita por nombrar lo que se calla. Para mí, escribir es un intento de existir, un roce con lo innombrable, una forma de confesar y denunciar.
La palabra me reivindica en esta realidad que no acepto. Entonces me siento anarquista: escribir es mi modo de rebelarme contra el silencio y contra el olvido, pero también de aceptar a ciertas bestias que siempre logran escaparse.
9) En nuestra época desbordada por la multimedia, ¿cuál considera ha sido el impacto de las redes sociales digitales en su obra?
Ha tenido, en cierta medida, un impacto significativo: he logrado la difusión de mi obra poética y, gracias a ello, me han invitado a reuniones y círculos de poetas, recitales, ferias, eventos culturales e incluso entrevistas. De todas esas oportunidades he aceptado pocas, algunas por falta de tiempo y otras porque no suelo encajar en reuniones sociales; el medio a veces se siente frío y, literalmente, tengo la presión baja, de modo que al interactuar no siempre sé cuán real o sincera es la persona.
Por otro lado, también hay quienes reconocen y valoran mi trabajo: personas que me desean lo mejor, que me escriben por redes, y escritores o críticos literarios que se han dado el tiempo de leerme. Eso lo valoro profundamente y agradezco a todos los que contribuyen generosamente a la difusión de mi obra.
Aun así, el medio lo percibo distante. De vez en cuando escribo a librerías, editoriales o personajes del ámbito cultural para promover mis libros; no sé si revisan el número de mis seguidores para, olímpicamente, decirme que no o simplemente dejarme en visto. Pero definitivamente no estoy interesada en los likes, ni en la aprobación superficial.
Estoy convencida de que escribo, ante todo, para mí: como un medio de redescubrimiento, reencuentro y redención. Y si, en el camino, mis palabras logran remover algo en alguien, entonces mi poesía habrá cumplido su misión.
10) Además de promover su segundo poemario «Criaturas, ¿tiene algún proyecto literario en mente a largo o mediano plazo?
Claro que sí. Pensaba publicar el próximo año mi tercer poemario, centrado en el tiempo y el amor; sin embargo, he decidido guardarlo por ahora.
Por ciertas circunstancias de la vida, he comprendido que la poesía no basta. A largo plazo pienso publicar una novela: siento la urgencia de contar una historia antes de que se me olvide.
11) Mencionaste en una entrevista que «Es un lujo hacer poesía». ¿Qué es la poesía para ti?
Hacer
poesía es un lujo, porque significa tenerlo todo o no tener nada.
Se necesita tiempo, libros, conciencia, locura, dolor, amor, miseria y
muchísima nostalgia para contemplar los hechos de la vida y enfrentarlos.
Es perderse horas entre papeles y la máquina de escribir, ignorando la dolce vita.
Es entregarse a un delirio ambicioso: la búsqueda del verso redentor.
Pero la realidad nos obliga a tener otro oficio que pague las cuentas de la luz, el agua, el gas. Nosotros, los poetas, somos miserables de lujo: nuestros presagios nacen entre escombros y abismos. Y bien lo sabía Vallejo, que murió en París.
Bécquer
respondería: “Poesía eres
tú”.
Yo digo: poesía no eres tú.
Hay un sentido más amplio: la poesía son los derechos humanos, es el derecho a
la vida como lo dijo Raúl Zurita.
La
poesía es un derecho que nos sostiene: cuando no sabemos vivir, aprendemos a
escribir.
Es libertad, porque nombra lo que incomoda, denuncia lo que hiere, exige
incluso al mismo tiempo más tiempo.
La poesía me otorga una identidad que cruza todas las fronteras y garantiza mi
dignidad.
Me hace visible cuando soy invisible para los demás.
Me concede la posibilidad de lo imposible y me invita a creer que, después del
después, aún puedo habitar un pensamiento fuera del tiempo.
12) ¿Vivir para escribir o escribir para vivir?
Ambas.
Vivo para escribir.
Mis pensamientos son prosaicos casi todo el día; mi necesidad de escribir es
como la sed de cada mañana. Mezclo avena, pan y poesía.
A
veces llego tarde al trabajo porque me detengo a escribir algunos poemas.
Escribo en todos lados: cuando voy al teatro, después del cine, al salir de un
museo.
Llevo
una forma de vida inusual.
Mi vocación de maestra paga mi otro oficio: escribir.
Escribir para vivir, es la única manera que conozco de cruzar fronteras, de lidiar con la realidad, con lo que percibo y siento, con el ser que soy: sensible, desajustada, amorfa, nostálgica; y me permite encontrar libertad.
Notas: *José Carlos Agüero (Lima, 1975). Escritor, historiador e investigador peruano.