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Frits van den Berghe, "De Bevrijding (The Liberation)" (1929) |
El cursivo desplazamiento de la danza
y los caracteres garrapateados
—patas de araña de manuscritas infantiles—
son deleitosos, incluso cuando no podemos
descifrar: grafemas orientales p. ej
o cuando los patinadores escriben en el hielo.
Es como si una lupa amplificara
la evidencia milagrosa de esas formas.
Seguro, en la punta del lápiz, mundo y espíritu
deben haber contraído matrimonio,
la muñeca obedeció un dictado estelar
y el murciélago invidente encontró
su camino sólo por el eco.
Pero el estilo de la letra reside en el carácter:
el universo tiembla distinto en cada mano,
desde la mano del falsificador de cheques
hasta la de los emperadores Nemerov o Hui Tsung,
que se referían a sus caligrafías como: “dioses esbeltos”.
Un hombre nervioso escribe nerviosamente
acerca de un mundo nervioso.
Mágico, como si el mundo fuera un gran escrito.
Pero habiendo dicho tanto y todo esto, admitamos
que hay más en el mundo que escritura:
las fallas continentales, por ejemplo,
no son fisuras convulsas en la mente.
Además, los patinadores deben irse a casa,
yo debo dejar la Tierra de las Ardillas,
Alicia y My Funny Valentine crecerán
(y probablemente me esquiven la mirada)
y los patines escribieron en el hielo
que no graba: el hielo es agua.
Germán Carrasco (1971). Doce en punto. Poesía chilena reciente (1971-1982). México: UNAM, 2012.