FILO

by - diciembre 30, 2016

Sylvia Plath
                                                                 Sylvia Plath (imagen de archivo)


La mujer alcanza la perfección
Su cuerpo

Muerto porta la sonrisa del deber cumplido,
La ilusión de una necesidad griega

Fluye por los papiros de su toga,
Sus pies desnudos

Parecen estar diciendo:
Hemos llegado hasta aquí, es el fin.

Dos bebés muertos hechos ovillos, serpientes blancas,
Cada uno prendido a un pellejo

De leche, ya vacío.
Ella los ha replegado

Hacia su cuerpo como pétalos
De una rosa que se cierra cuando el jardín

Se endurece y las fragancias sangran
Desde las dulces y profundas gargantas de la flor nocturna

La luna no se habrá de entristecer,
Allá en su atalaya de hueso.

Tiene, de todo esto, la costumbre
A rastras crujen sombras negras.


                                                   
                               Sylvia Plath (1932-1963). Versión de Andrés Hoyos.

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