DESPUÉS DE LA CALMA

by - octubre 22, 2025

 

Aída Valdepeña (2025). Foto cortesía de la autora.


No

no estoy sola

ni loca

ni hago de más

las cosas de mi vida.

 

Sólo aprendí a sentir

lo mismo que los otros

aprendí

de su guarida atroz

de su silencio.

 

No

no hago de más

las cosas de mi vida

ni de menos.

 

Sólo aprendo a remar

en este misterioso río

llamado vida.

 

Y no

ya no concedo

ni un segundo de mi tiempo

al hecho de vivir fuera de mí.

 

Yo le presumo al aire

la fuerza de mi aliento

Yo le recalco al mar

mis arrebatos de ola

y a los volcanes

les recuerdo mi fuego de ser yo.

 

Adherida al muro de mí misma

derribo las dudas

que algún día tuvo

éste inmenso amado yo.

 

No merecen la pena, le digo

no merecen más lágrimas

le vuelvo a repetir.

 

Y sí

que mi alegría se contagia

de heridas del pasado

pero entonces

resuelvo

no moverme

permanecer estatua

para no dejar

que la herida crezca

y aunque no siempre

lo puedo evitar

aunque a veces

todo esfuerzo es inútil

porque

cada aletear de mosca

abre la herida

cada grito de afuera

abre la herida

cada que el aire, el sol, la lluvia

la herida abre

y ya incluso no es la herida la que invade

sino un simple recuerdo

pero un recuerdo herido

aún así lo intento

y la alegría me salva

 

¿Pero de qué me salva

de qué tendría que salvarme?

 

¿De qué?

 

Por qué la idea de que debo cambiar

de que debo hacer algo

correcto o incorrecto, no importa,

pero siempre

contrario a lo que hago.

 

De que debo

debo

debo…

 

Y me detengo

para decir que no

no debo.

 

Que todo

bueno o malo

lo he conseguido

a pulso de quebrarme.

 

Que mi futuro es incierto, sí.

 

El mío

y el de todos.

 

Que no somos dioses

ni colegas de dioses.

 

Que somos esa gente

que fracasa

hace planes

no los cumple

muere

pierde toda esperanza

y luego, de nuevo,

lo estará intentando.

 

Y en ese juego

yo también me permito

estar tan abajo

que temblamos

y aún así

seguir creyendo en las alturas.

 

Que mi cuerpo se quiebra, sí.

 

Y eso puede tomarse

como precio o condena

por haber fallado.

 

Porque sí que he fallado

no recuerdo cuánto

y así de necia como soy

seguro seguiré fallando.

 

Pero sean

mis deseos los que guíen

o mi dolor

o rabia

la que amargue los postres

o endulce las hieles

del día

según mis arrebatos.

Y sí, impaciente sí soy.

 

También lo soy

yo diría mujer impala.

 

Pensando siempre

en lo que podría hacer

si no tuviera que esperar

a que la vida

se cocine a fuego lento.

 

Porque todo

o casi todo

debe esperar:

 

La cazuela con las calabazas

el zurcido del vestido

la fila del banco

el hospital

la escuela

los resultados de la biopsia

que el pescado descongele…

 

Todo,

todo

aquí

es

una

larga

espera

y yo

mujer impala

quisiera haber llegado

ya a la orilla

donde desemboca todo.

 

Donde ya nadie espera nada de nadie.

 

Y no, no hablo de la muerte

que si lo pienso bien

esa es quizás

una espera

aún más infinita.

 

Y no, no hablo de ella.

 

No quisiera

ni por error

asomarme.

 

Hablo de la orilla del caudal

del río que encontró su fin

y ahora

es cascada

sin miedo a las alturas.

 

Hablo

de contemplar

sin miedo

desde el vértigo

todo lo que termina.

 

 

Aída Valdepeña (Ciudad de México, 1976). Poeta galardonada en Sinaloa, México (2007), sus poemas han sido recogidos en antologías mexicanas e internacionales, además de que parte de su obra ha sido traducida al inglés, ruso, italiano, francés y portugués. Es directora de varios festivales artísticos y coordina talleres de creación literaria.

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