Las Flores Rotas

Blog de poesía

pintura sobre la ópera
Édouard Manet, ""Masked Ball at The Opera" (1873)
 




Javier Marías: El hombre sentimental

Idioma original: español

Editorial y año de publicación: Anagrama, 1994

 

Se ha dicho que los “reseñistas”, desde hace más o menos dos siglos, son los “piojos” profesionales que “pican” a los autores y muestran al “público” de qué están hechos (de qué estamos hechos). Con esta novela corta del señor Javier Marías (1951-2022), prolífico autor español, nos calza idóneamente la analogía del insecto y el destripamiento para hurgar en el narrador y protagonista, el León de Nápoles, para que éste diseccione sus emociones, envueltas en un onírico pasado que desangra el presente y futuro de la trama. Si partimos del “cómo” de la historia del culto cantante de ópera que, tras narrar su sueño, nos bosqueja un idilio europeo y cosmopolita, aflora el “pathos” de su propia condición “privilegiada” en una especie de “crítica cultural” hacia su país, especialmente a su ciudad, Madrid. Ese escenario de aparente fruición y fricción abarca los campos sociológicos y psíquicos del protagonista para que su reflexión se extienda (y achique) haciéndose la jaula de su propia vida (y la de sus paseantes lectores): su profesión (el arte musical operístico y las preferencias por ciertos autores), las ciudades que visita, su idea del amor y la lealtad, del conocimiento y lo que conlleva ese esqueleto vertebrado de conjeturas y hechos (con su máxima implícita del “ya no hay vuelta atrás al conocer”). 

Lo telúrico del amor, en este cuadro, siempre se está replanteando tras sucumbir al ser amado, vivo o muerto, tanto en la realidad palpable como en la memoria, siendo un fantasma que merodea constantemente la conciencia (y el subconsciente). Es por ello que la pasión y el “irracionalismo” del amor romántico son guiados por la reflexión del narrador-protagonista hasta ser un círculo sin escape, “vaciado” de sus sentidos (al menos de los sentidos más comunes). Así, la sentimentalidad del León de Nápoles es un circunloquio de su propia fortuna, educación (tanto académica como sentimental); de sus desilusiones, y hasta podemos decir, sin caer en psicologismos, que está formada debido a la carencia afectiva en la infancia y la tormentosa relación familiar con su adinerado tío.

Ciertamente a los protagonistas y narradores de las novelas de Javier Marías se les achaca de empecinamiento, lentitud, redundancia, entre otras cosas. En este caso, el “congelamiento” de la reflexión inhabilita la acción, y todo lo que emprende surge en el revuelo de su propia memoria e imaginación, buscando variar (o reafirmarse) fuera de sus predios subjetivos. La trama, si fuese construida por el pulso de un escritor con menos oficio, ese débil contraste y borrasca filosofal prometería un tedio mortal, el mayor “pecado” de un novelista. Con ese camino tan marcado, la “pasividad” de los otros personajes (los Manur, Dato, la prostituta, Berta y su esposo) se resuelven como fichas hábilmente (re)creadas para mover su espíritu (el de León de Nápoles, por supuesto), contrariarlo y encauzarlo hasta lo irresoluto (anidando frustraciones, búsqueda de otros sentidos y experiencias), y que tal vez, influidos por momentos de introspección, nos lleve a preguntarnos: ¿qué buscamos en los otros? ¿Nuestras relaciones no siempre van tejiendo y destejiendo nuestra interioridad? ¿No hemos sido “piojos” para alguien o “sangre fresca” para otros? ¿No es una cuestión de matices lo que determina lo que nos “mueve”? 

Para concluir, dejando a un lado las analogías zoológicas, dicho detonante emocional (y quid de la trama) es el encuentro del protagonista y su relación con Natalia Manur, mujer algo atribulada y fina, desencadenando una serie de juego de luces y sombras donde la alternancia de ideas, prejuicios y resoluciones digresivas hacen de corpus sombrío que destaca ante la imposibilidad del vínculo pasional y el fracaso de la entrega.

 

pintura de egon schiele
Egon Schiele, "Lovers" (1914)



No sabemos cómo decirnos adiós: 

erramos por ahí, hombro con hombro. 

Ya el sol está bajando, vas taciturno, soy tu sombra. 

Entremos en una iglesia a ver 

bautizos, matrimonios, misas de difuntos. 

¿Por qué somos diferentes del resto? 

Afuera otra vez, cada quien vuelve la cabeza. 

O sentémonos en el cementerio, 

sobre la nieve pisoteada, suspirando el uno por el otro. 

Esa vara en tu mano está dibujando mansiones 

donde estaremos siempre juntos. 


(1917)





Anna Ajmátova (1889-1966). Manual de lectura. México: UNAM, 2008.

 

Fogwill, Las flores rotas blog de poesía, Argentina, Arte, Diego Rivera
Diego Rivera, Human sacrifice before Tohil (1931)





El correo. El orden de la mesa.

Los ciclos personales y naturales.

La buena suerte, las desgracias,

adelgazar, fumar, mirar la televisión,

las vacaciones y la hacienda

y las cosechas genéticamente modificadas

no son temas de poesía.


Tampoco Dios, los dioses,

y lo sublime inalcanzable 

caben en el poema.


El tema y los motivos

serían la división del mundo en temas y motivos

y lo que queda ahí, sin ellos,

en el centro, sin hombres. 




Fogwill (1941-2010). Poesía completa, 2017, Alfaguara.

 

Mujer sentada vestida de negro
Édouard Vuillard, "Woman in Black" (1891)




San Francisco meditó su condición ante la

Calavera; la observaba en una lejanía de imposibilidad carnal,

Refugiado por la lanza pálida de la cruz.

Un futuro celeste colmaría su sed de una muestra ansiada

De cantos, aves y silencios absorbidos por los árboles,

De un augurio subterfugio diluido por los deseos y sus renuncias.

Un río rezongaría su huída y regreso; el continuo tiempo

Mecido y acuoso, entre las rocas, nubes.

Una madre cantará a sus hijos sobre los brazos de la eternidad

Y la cárcel de sus ruegos. Arrodíllate y visita el silencio

En su altar de la escucha. Algo escondido estalla.

Algo en la imposibilidad de sostenerse en palabras. 





Francisco Camps Sinza (1988). Poema publicado en la Revista Virguliéresis, no.1, año 1, marzo 2023. Link: https://virgulieresis.com/#edicion1_46

 

Paisaje del puente de londres
Whistler, "London Bridge" (1881)




Kneel down, fair Love, and fill thyself with tears,Girdle thyself with sighing for a girthUpon the sides of mirth,Cover thy lips and eyelids, let thine earsBe filled with rumour of people sorrowing;Make thee soft raiment out of woven sighsUpon the flesh to cleave,Set pains therein and many a grievous thing,And many sorrows after each his wiseFor armlet and for gorget and for sleeve.
O Love's lute heard about the lands of death,Left hanged upon the trees that were therein;O Love and Time and Sin,Three singing mouths that mourn now underbreath,Three lovers, each one evil spoken of;O smitten lips wherethrough this voice of mineCame softer with her praise;Abide a little for our lady's love.The kisses of her mouth were more than wine,And more than peace the passage of her days.
O Love, thou knowest if she were good to see.O Time, thou shalt not find in any landTill, cast out of thine hand,The sunlight and the moonlight fail from thee,Another woman fashioned like as this.O Sin, thou knowest that all thy shame in herWas made a goodly thing;Yea, she caught Shame and shamed him with her kiss,With her fair kiss, and lips much lovelierThan lips of amorous roses in late spring.
By night there stood over against my bedQueen Venus with a hood striped gold and black,Both sides drawn fully backFrom brows wherein the sad blood failed of red,And temples drained of purple and full of death.Her curled hair had the wave of sea-waterAnd the sea's gold in it.Her eyes were as a dove's that sickeneth.Strewn dust of gold she had shed over her,And pearl and purple and amber on her feet.
Upon her raiment of dyed sendalineWere painted all the secret ways of loveAnd covered things thereof,That hold delight as grape-flowers hold their wine;Red mouths of maidens and red feet of doves,And brides that kept within the bride-chamberTheir garment of soft shame,And weeping faces of the wearied lovesThat swoon in sleep and awake wearier,With heat of lips and hair shed out like flame.
The tears that through her eyelids fell on meMade mine own bitter where they ran betweenAs blood had fallen therein,She saying; Arise, lift up thine eyes and seeIf any glad thing be or any goodNow the best thing is taken forth of us;Even she to whom all praiseWas as one flower in a great multitude,One glorious flower of many and glorious,One day found gracious among many days:
Even she whose handmaiden was Love—to whomAt kissing times across her stateliest bedKings bowed themselves and shedPale wine, and honey with the honeycomb,And spikenard bruised for a burnt-offering;Even she between whose lips the kiss becameAs fire and frankincense;Whose hair was as gold raiment on a king,Whose eyes were as the morning purged with flame,Whose eyelids as sweet savour issuing thence.
Then I beheld, and lo on the other sideMy lady's likeness crowned and robed and dead.Sweet still, but now not red,Was the shut mouth whereby men lived and died.And sweet, but emptied of the blood's blue shade,The great curled eyelids that withheld her eyes.And sweet, but like spoilt gold,The weight of colour in her tresses weighed.And sweet, but as a vesture with new dyes,The body that was clothed with love of old.
Ah! that my tears filled all her woven hairAnd all the hollow bosom of her gown—Ah! that my tears ran downEven to the place where many kisses were,Even where her parted breast-flowers have place,Even where they are cloven apart—who knows not this?Ah! the flowers cleave apartAnd their sweet fills the tender interspace;Ah! the leaves grown thereof were things to kissEre their fine gold was tarnished at the heart.
Ah! in the days when God did good to me,Each part about her was a righteous thing;Her mouth an almsgiving,The glory of her garments charity,The beauty of her bosom a good deed,In the good days when God kept sight of us;Love lay upon her eyes,And on that hair whereof the world takes heed;And all her body was more virtuousThan souls of women fashioned otherwise.
Now, ballad, gather poppies in thine handsAnd sheaves of brier and many rusted sheavesRain-rotten in rank lands,Waste marigold and late unhappy leavesAnd grass that fades ere any of it be mown;And when thy bosom is filled full thereofSeek out Death's face ere the light altereth,And say "My master that was thrall to LoveIs become thrall to Death."Bow down before him, ballad, sigh and groan,But make no sojourn in thy outgoing;For haply it may beThat when thy feet return at eveningDeath shall come in with thee.






Swinburne (1837-1909). Poems and ballads. London: William Heinemann, 1917.

 

Chico sentado en la hierba
Émile Bernard, "Boy sitting in the grass" (1886)





Qué desgracia;

aunque estás hecho para trabajos bellos e

    importantes,

ni estímulo ni éxito te depara el destino;

ordinarias costumbres deberían arraigarte,

ya la insignificancia, ya la desidia...

Y qué terrible el día que cedas

(el día en que claudiques y cedas),

y te vayas a pie a Susa,

y te dirijas a Artajerjes, el monarca,

y éste, de favor, te depare un lugar en la corte,

y aceptes con tristeza lo que nunca has deseado.

Tu alma anhela otras cosas, llora por algo más:

el elogio del pueblo y los sofistas,

el inestimable "bien hecho" ganado con esfuerzo,

el ágora, el teatro y los laureles...

¿Cómo podría Artajerjes darte esas cosas?

¿Encontrarás lo que amas en una satrapía?

Y... sin eso que amas, ¿qué vida llevarías...?





Constantino Cavafis (1863-1933). Manual de lectura. México: UNAM, 2008.

 

Francisco Camps Sinza, Relato, Las flores rotas blog de poesía, Arte, Jacob Jordaens
Jacob Jordaens, "The Feast of the Bean King" (1640-1645)




Al llegar a la esquina había olvidado el número que me había dado mamá para que lo jugara por la lotería del mediodía. Le di lata para que no lo anotara (estoy grande) y se me fue de la chaveta. Creo que era 341 y a la inversa (mamá hablaba de permutas y cada mañana hacía un triángulo viendo el programa de “El Iluminador”). No tuve otra opción que devolverme cuando la señora Lourdes estiró la mano para recibir el papelito, como de costumbre. Me quedé petrificado; miré a la señora que estaba detrás, llevaba una bata, no tenía sostén y sus pezones apuntaban a mis ojos. Me devolví. Si la ve, pensé, la señora Lourdes con su voz de cacatúa le contará lo ocurrido. Ya la escucho reírse, con su estruendo que incendia la vereda. Lo mejor es que no le riña a mamá en la noche al mandarme a botar la basura, al escuchar de sopetón el frenazo del camión, siempre a la hora de la cena y tener que dejar la arepa sobre la tele (porque si la dejo sobre la cama, como sucedió, el perro se la come), salir volando por las escaleras y hacer de Forrest Gump otra noche más.




Francisco Camps Sinza (1988). Fiesta con whisky, Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, XI Edición, 2017.

 

Hombre trabajando en el campo
Henri Martin, "Étude por 'La Moisson'" (1919)






I remember after people are gone thinking of things I should have said but didn't.



I remember having a casual chat with God every night and usually falling asleep before I said, "Amen".



I remember that my father's favorite movie star was Rita Hayworth.  



I remember buying things that were too expensive because I didn't like to ask the price of things. 



I remember trying to visualize what my insides looked like.



I remember bright orange light coming into rooms in the late afternoon. Horizontally.



I remember "sick" jokes.



I remember wondering why anyone would want to be a doctor, and I still do.



I remember thinking about whether or not one should kill flies.






Joe Brainard (1942-1994). I Remember. New York City: Granary Books, 2001.

 

Mujer reclinada descansando
Johann von Tscharner, "The Resting One" (1924)





For years I have seen

dead animals on the highway


and grieved for them

only to realize they are


not dead animals

they are t shirts


or bits of blown tire

and I have found


myself with this

excess of grief


I have made with

no object to let


it spill over and

I have not known


where to put it or

keep it and then today


I thought I know 

I can give it to you





Heather Christle. Mistake en Poem-a-Day, September 18, 2017. Academy of American Poets

link: https://poets.org/poem/mistake

 

Mujer contemplándose en el espejo
Mikuláš Galanda, "Facing Mirror" (1933)




   Gamelote imantado la cabeza del diablo. Zarzas magnéticas sus brazos. Helecho amarillento su sexo. Me retuvo en la cama. Parecía querer cubrirlo todo. Hasta el hombro pequeño de pureza que me quedó para eludirlo y del que aún pendía una tara diabólica. El diablo tenía antenas en lugar de los cuernos. Sólo una lagartija reluciente-porque apenas podía ver lo verde-me devolvió la vida. Me levanté del lecho. Pero ya no seré capaz de ver el pasto sin acordarme de lo sucedido. Ni siquiera otra vez seré yo misma para rememorar que la ternura, el amor, la amistad, verdes plenos, fueron mi primavera. He convivido con un verde diablo



   El diablo frotaba contra el muro el muslo guarnecido de cayenas extrañas. De pronto, se sentó. Yo miraba su espalda, de un mareante escarlata profuso. Exhalaba un calor de fogata. Yo conocía las piras. Si ves, de lejos, en un bosque, una hoguera prendida, por un ser que te ignora, dices que es el amor y que la rojiza humareda es un nuevo rubor que alivia tu cansancio. Pero tiene que ser un desconocido quien la encienda y que el humo rosáceo que te traspase la piel. Eso es todo. Pero lo llameante del diablo no daba ya lugar para ningún recuerdo. Yo los atesoraba, como a corolas malvas, con manchas de aposentos austeros, con señales de pálidos semblantes, y me los consumió. Me quemaba dentro de una fiebre demoníaca. Sentía sus cabellos rozándome en el pecho como bugambillas satánicas. Quise huir… Pero me quedaba sólo un hombro y el diablo me arrebató la huida y se bebió después mi sangre.



   Cerré los ojos. Sabía que clavaba en mis llagas los cambiantes zafiros de sus ojos y yo me debatía y no encontraba razones para sus zarpas rechinantes, fúlgidas y celestes. Porque el cielo es lo que se puede ver con alegría, lo que hace que el cuello se levante y aspire. El cielo nos permite la frente liberada y gallarda. Durante el día, lo vemos como a un regazo limpio donde cabe la libertad y también el amparo. I durante la noche, aunque pareciera negarnos el paso y el umbral, ha renacido en sombras, porque eso es nada más para que el cuerpo brille y tiemble. El cielo diurno nunca está perdido. Es un camino claro que se halla en todas partes. Rodea por todos los recodos como un pecho cerúleo que nunca nos negó protección. Una puede albergarse en el dolor, reprimirse en la dádiva, incluso hacer el puño, pero hay algo que se ensancha y se libra cuando se dice: cielo.





Ida Gramcko (1924-1994). Poemas de una psicótica. Caracas: Editorial Diosa Blanca. 

 

poema de Cavafis
Agnolo Bronzino, "Venus, Cupid, Folly and Time" (1540-1545)




DESEOS


Como bellos cuerpos que murieron jóvenes,

encerrados con lágrimas en ricos mausoleos,

con rosas en el pelo y a los pies jazmines,

se ven los deseos que pasaron sin cumplirse,

sin que alguno de ellos haya alcanzado

la plenitud de una delicia sensual,

o un amanecer iluminado por la luna.




CHE FECE... IL GRAN RIFIUTO


Para algunos el día llega

en que tienen que dar el gran "SÍ" o el gran "NO".


Quien tiene el "SÍ" dispuesto,

sobresale de inmediato y entra

al glorioso camino de sus convicciones.


El que rehúsa, nunca se arrepiente;

si de nuevo le preguntan, repetirá: "NO";

y sin embargo, ese "NO" es la derrota de su vida.




VENTANAS


En estos cuartos oscuros,

donde paso mis días oprimido,

de un lado a otro me muevo

buscando las ventanas.


Cuando se abra una, tendré un consuelo.

Mas las ventanas no existen,

o no puedo encontrarlas.

Acaso es preferible no encontrarlas.

Quizá la luz sea una distinta tiranía;

quién sabe cuantas cosas nuevas revelará...





Constantino Cavafis (1863-1933). Manual de lectura. México: UNAM, 2008. 

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