Por lo visto es posible declararse hombre.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todos
y por todas las veces en que no pudimos.
Importa por lo visto el hecho de estar vivo.
Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza
necesite, suponga nuestras vidas, esos actos mínimos
a diario cumplidos en la calle por todos.
Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún. Y que la vida
todavía es posible, por lo visto.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990) "La historia para todos" en Compañeros de viaje. 1959.
El primer suicidio es único
Siempre te preguntan si fue un accidente
o un firme propósito de morir.
Te pasan un tubo por la nariz,
con fuerza
para que duela
y aprendas a no perturbar al prójimo.
Cuando comienzas a explicar que
la-muerte-en-realidad-te-parecía-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia
ya te han dado la espalda
y están mirando el tubo transparente
por el que desfilar tu última cena.
Apuestan si son fideos o arroz chino.
El médico de guarda se muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera bembona.
Me despacharon furiosos,
porque ninguno ganó la apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos,
ya estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio donde llorar,
ni tiempo para sentir frío y temor-
La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
dicen,
como si los niños se suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la página precisa:
nunca diré una palabra sobre tu vida
en ningún libro,
si puedo evitarlo.
Miyó Vestrini (1938-1991). "Valiente ciudadano" (1994).
Se repiten, uno
tras otro,
sin mayor diferencia que
ser jueves de lluvia,
tranvía,
miércoles de saliva o sábado,
un hospital lleno de hielos,
viernes con ruidos de naranja.
Después de tantos, ya no pueden sorprendernos.
No tienen otra épica que la pérdida.
Ya sabemos que ellos son
nuestro lento suicidio.
No venimos ni vamos hacia la nada.
Somos la nada.
Apagándose.
Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960). "La inquietud. Poesía reunida (1985-2012)". Lugar Común, Caracas, 2012.
Hanni Ossott por Vasco Szinetar |
Es mejor
no tener ya más memoria
para el tiempo pasado
las casas, las filigranas, los helechos
el borde, un tejido...
Es mejor
no tener un rostro
para siempre
que atormente e instigue
Es mejor
no escuchar ya una voz
ni oler perfumes ni cuerpos
Mejor este no saber.
Junio, 1988
Hanni Ossott (Caracas, 1946-2002). "Cielo, tu arco grande", 1989.
Silencio de la noche, doloroso silencio
nocturno... ¿Por qué el alma tiembla de tal manera?
Oigo el zumbido de mi sangre,
dentro de mi cráneo pasa una suave tormenta.
¡Insomnio! No poder dormir y, sin embargo,
soñar. Ser la auto-pieza
de disección espiritual, ¡el auto-Hamlet!
Diluir mi tristeza
en un vino de noche
en el maravilloso cristal de las tinieblas...
Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba?
Se ha cerrado una puerta...
Ha pasado un transeúnte...
Ha dado el reloj tres horas... ¡Si será Ella!...
Rubén Darío (1867-1916) "El canto errante", 1910.
Caneo Arguinzone (Foto archivo)
Caneo Arguinzones (Caracas, 1987-2014). "Zoo: Anatomía del insecto", 2011.
El pecho
¡Hecho patas!
La noche
¡Hecha cuerda!
Prensando la soga,
precipito
Muevo tu cola lamento,
ata de mí cuello y panza
Péndulo giratorio
Caduco
El pecho hecho patas
La noche hecha cuerda
Caduco.
Caneo Arguinzones (Caracas, 1987-2014). "Zoo: Anatomía del insecto", 2011.
Aleksandra Waliszewska (Imagen tomada de http://waliszewska.tumblr.com) |
Es admirable su pudor
No ríe cuando despoja
sales
agua
El mar tampoco es nada
para ella
Los peces hace tiempo
dejaron su corriente
son sombra
de este ojo que atrapa
frente a paredes
y terrenos deshabitados
RAÚL GARCÍA PALMA (Caracas, 1958) "Sitios de tránsito en posición de loto", 2008.
Goya, "Act of violence against two women" (1810-1812) |
No enseñaré a mi hijo a trabajar la tierra
ni a oler la espiga.
Sabrá que no hay arroyos cristalinos
ni agua clara que beber.
Su mundo será de aguaceros infernales
y planicies oscuras.
De gritos y gemidos
de sequedad en los ojos y la garganta
de martirizados cuerpos que ya no podrán verlo ni oírlo.
Sabrá que no es bueno oír las voces de quienes exaltan el color del cielo.
Lo llevaré a Hiroshima. A Seveso. A Dachau.
Su piel caerá pedazo a pedazo frente al horror
y escuchará con pena el pájaro que canta,
la risa de los soldados
los escuadrones de la muerte
los paredones en primavera
Tendré la memoria que no tuvimos
y creerá en la violencia
de los que no creen en nada.
Miyó Vestrini (1938-1991). "El invierno próximo" (1975).
Sylvia Plath (imagen de archivo)
La mujer alcanza la perfección
Su cuerpo
Muerto porta la sonrisa del deber cumplido,
La ilusión de una necesidad griega
Fluye por los papiros de su toga,
Sus pies desnudos
Parecen estar diciendo:
Hemos llegado hasta aquí, es el fin.
Dos bebés muertos hechos ovillos, serpientes blancas,
Cada uno prendido a un pellejo
De leche, ya vacío.
Ella los ha replegado
Hacia su cuerpo como pétalos
De una rosa que se cierra cuando el jardín
Se endurece y las fragancias sangran
Desde las dulces y profundas gargantas de la flor nocturna
La luna no se habrá de entristecer,
Allá en su atalaya de hueso.
Tiene, de todo esto, la costumbre
A rastras crujen sombras negras.
Sylvia Plath (1932-1963). Versión de Andrés Hoyos.
Jorge Luis Borges (imagen de archivo)
La ciudad está en mí como un poema
que no he logrado detener en palabras.
A un lado hay la excepción de algunos versos;
al otro, arrinconándolos,
la vida se adelanta sobre el tiempo,
como terror
que usurpa todo el alma.
Siempre hay otros acasos, otra gloria;
yo siento la fatiga del espejo
que no descansa en una imagen sola.
¿Para qué esta porfía
de clavar con dolor un claro verso
de pie como una lanza sobre el tiempo
si mi calle, mi casa,
desdeñosas de símbolos verbales,
me gritarán su novedad, mañana?
Nuevas
como una boca no besada.
Jorge Luis Borges (1899-1986)
La ciudad está en mí como un poema
que no he logrado detener en palabras.
A un lado hay la excepción de algunos versos;
al otro, arrinconándolos,
la vida se adelanta sobre el tiempo,
como terror
que usurpa todo el alma.
Siempre hay otros acasos, otra gloria;
yo siento la fatiga del espejo
que no descansa en una imagen sola.
¿Para qué esta porfía
de clavar con dolor un claro verso
de pie como una lanza sobre el tiempo
si mi calle, mi casa,
desdeñosas de símbolos verbales,
me gritarán su novedad, mañana?
Nuevas
como una boca no besada.
Jorge Luis Borges (1899-1986)