Fotograma de "Pelo Malo". Sudaca Films.
La película de Mariana Rondón abarca un gran espectro de temáticas que
nos rodean. Creo que su núcleo es la intolerancia a la diferencia (y a la natural exploración sexual en la niñez). Junior (el niño protagonista) desea
tomarse una foto para el colegio, pero lo quiere hacer con el pelo liso y como
un cantante (con el Santo Ángel al fondo). El detalle es que él tiene el pelo
"malo" (como nos han dicho, por el endorracismo y el racismo colonial
que se arraigó en nuestra sociedad).
La sociedad venezolana es producto del mestizaje, pero el imaginario colectivo de lo que es 'bueno' y 'malo', con tintes litúrgicos, yace como una sombra que no se divisa; como un fruto podrido que no se ve, ni llegamos a oler.
La sociedad venezolana es producto del mestizaje, pero el imaginario colectivo de lo que es 'bueno' y 'malo', con tintes litúrgicos, yace como una sombra que no se divisa; como un fruto podrido que no se ve, ni llegamos a oler.
Debido a nuestra compleja historia social y cultural,
'amalgamada', que se 'nutre' con las oleadas de inmigrantes y los modelos
adoptados por los gobernantes (podemos nombrar el "Nuevo Ideal
Nacional" perezjimenista) y lo que reproducen las televisoras nacionales,
el desprecio al negro y al indígena, marginado y en muchos casos aislados, son
hechos que se nos complica percibir por lo disfrazado y negado que
se nos presenta (en apariencia) pero que a través del discurso sale a flote.
También, hay una especie de 'miopía' colectiva que nos hace
perder el foco (o no querer ver por completo, más allá de los clichés) de
nuestros problemas. Es como si sólo podemos vernos en un espejo 'mágico' sin
los pliegues del tiempo, borrando todo lo negativo como si aplicáramos botox a
la realidad; como si con maquillaje podemos tapar las imperfecciones.
Así, la mamá de Junior (interpretada por Samantha
Castillo), se hace la vista gorda al percibir las 'excentricidades' de su
hijo. La abuela del niño (mamá paterna) puede ver que él es 'diferente'; no lo
hace ver como un bicho raro por sus comportamientos. Es más, lo inclina en
demasía hacia sus propios intereses (quiere hacer del niño el nuevo Henry
Stephen) para tratar de cumplir sus sueños frustrados y hacer de Junior 'su'
hijo (ya que el padre del niño era un malandro que fue asesinado).
Otro de los muchos aspectos de "Pelo Malo" es
que podemos observar a la sociedad caraqueña marginada. El Oeste y los bloques
del 23 de Enero, emblemas de una modernidad estancada, truncada para algunos,
es el escenario ideal de una utopía inalcanzable. Las brechas en la sociedad
son más abiertas y los ideales del chavismo culminaron en la constante
violencia discursiva, en la división y en el fanatismo que encontramos en el culto al personalismo (desde
Bolívar hasta Chávez).
De esta forma, la promesa redentora sólo nos presenta el
fracaso del sistema; el aprovechamiento (la mal llamada 'viveza criolla') y la
corrupción como elementos de muchos para hacer funcionar las cosas. En ese conflicto de intereses y poder asimétrico que se pasa a ejercer constantemente (y se naturaliza) cae la mamá
de Junior: tras repetidas búsquedas de su exjefe (el cual se escondía) para
pedirle de vuelta su empleo como vigilante (un trabajo que muy pocas veces
dejan realizar a las mujeres), logra conseguirlo, pactando una cita entre ambos
(en un restaurante y luego en casa de ella) para consumar el abuso de poder (el
uso del cuerpo para tramitar con 'facilidad' asuntos laborales).
La mamá de Junior es una mujer solitaria, llevada al borde;
una madre 'improvisada' (no se enseña a ser madre) que por su juventud parió
dos hijos casi en la adolescencia. Su 'carga' es muy grande: reparte su tiempo
en recuperar su empleo y en el cuidado de sus hijos. Ella es una de esas mujeres
arquetípicas latinoamericana: "aguerridas", "echadas pa' lante", como abundan en
nuestras sociedades. Pero, más allá de su falta de tacto para tratar ciertos
asuntos y su desespero por no comprender ciertas cosas que le 'pasan' a Junior,
ella produce inconscientemente el machismo, la violencia, creando un rechazo en
el niño y acrecentando sus dudas.
Sin un modelo a seguir, los patrones de control y los
clichés seguirán siendo la levadura de la sociedad venezolana. Y la
incomunicación será nuestra piedra fundacional del caos.