En consecuencia a su línea editorial de poesía, con especial énfasis en la poesía de Venezuela, Las Flores Rotas seleccionó los poemas más significativos de los poetas de ese país, con nombres de larga tradición junto a los de florecimiento más reciente, con un único criterio totalizante: la belleza. Los poemas pertenecen a sus creadores. Aquí encontrarán poemas de Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Miyó Vestrini, Hanni Ossott, entre otros. El PDF es de libre circulación y descarga. ¡Bienvenidos!
Edvard Munch, "Kiss on the Beach" (1921) |
Esa boda de Lucinda y Matías fue el evento del barrio. Mira la foto, dice Griselda, mira la sonrisa de ella, tan bella con su vestido blanco y los pelos ensortijados, un afro pardo con destellos dorados, los ojitos hecho agua, y él con su copete prieto y los ojos clavados en la cámara y los labios rojísimos por los restos de la pintura labial. Él se ve triste, pensó Manuelito, observando el gran cuadro con la pareja dentro de un carro blanco y una que otra cara asomándose por las ventanillas. Ese quien es, preguntó, me parece Ricardo, sí, dijo ella aguzando sus ojos miopes, verdecitos, acercándose para contemplar aquella mirada extraña, contemplativa, guapo, dijo Manuelito, sí, es él, Ricardo Matos.
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Vincent van Gogh, "The Drinkers" (1890) |
Caterva gobiernista, que sigue paso a paso,
el cadáver de un héroe que va para el panteón.
Una muchacha tiende rotundo y blanco brazo,
señalando en las nubes el vuelo de un avión...
Vapor caliginoso levanta de la tierra.
La comitiva marcha, rezumando sudor.
Y un perrito "bull-terrier" encima de una perra,
afánase y jadea... para mirar mejor.
Renato Leduc (1897-1986). "El aula, etc." en Material de Lectura, 2010. México: UNAM.
Katayama Bokuyo, Mori (Forest), 1928 |
Hoja caída, hoja
marchita, llama helada y gris y lisa y gris.
Hoja caída, hoja
caída, llama helada.
El viento, sólo el viento en las tardes heladas.
No el cierzo, el viento gris.
El viento, sólo el viento de las tardes heladas.
Es la antigua, de siempre, inútil, necesaria, fatal
eterna vuelta de todo, como siempre, inútil, necesaria.
Y ella cumple, la hoja caída, hoja caída, marchita,
llama helada.
Permanece, una hoja sin vida, hoja caída.
Y nada más.
No.
Nada.
(1941)
Idea Vilariño (1920-2009). Poesía completa. 2016. España: Lumen.
Claude Monet, "The Luncheon" (1868-1869) |
El pequeñoburgués, hombre sin necesidades espirituales, [...] tampoco experimenta satisfacciones espirituales. [...] Ningún ansia de conocer y comprender, en virtud del conocer y comprender mismos, alienta su existencia; tampoco lo hace el ansia, tan afín a aquélla, de goces específicamente estéticos. Y si la moda o la autoridad le imponen por ventura placeres de este tipo, los despacha rápidamente como si fueran una especie de trabajo forzoso. Los únicos placeres que reconoce como auténticos son los corporales; y se regodea en ellos. Ostras y champaña son el punto culminante de su existencia.
Arthur Schopenhauer (1788-1860). El arte de tratar con las mujeres. Madrid: Alianza Editorial, 2011.
Odilon Redon, Paysage italien (1895) |
Bajamos a la colina
avanzo entre muros
Sobre ellos crece
el musgo del olvido
Viento en la tarde
Aromas de una primavera reciente
Algo desfallece
Se enturbia la vida en estas calles
signos y señales me rodean
Ante la página en blanco
Todo es tan difuso
Qué incapaces somos
de nombrar cuanto perece.
Miguel Ángel Flores (1948-2018). Material de lectura. Serie Poesía Moderna, número 201, 2013. México: UNAM.
Katsushika Hokusai, The Lantern Ghost, Iwa (1826-1837) |
No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas.
H.P. LOVECRAFT (1890-1937). El bajorrelieve de arcilla en "La llamada de Cthulhu".
Gwen John, Interior (1915) |
Cómo llega a pesar un haz de brisa
contra un río sin tacto a la cintura
a estatura de alas cómo rueda Cristobal
a ras de todavía corazón
a mil por hora
su voz sin sueño
mi voz sin tiempo
a sueño de constelación
esa mano clava cuatro mil cuatrocientos tornillos al día
y ése escribe la ese de stop ocho mil
y esos cilindros que no han bailado en Chalma ni en
Palestina
y una mujer se enciende
duérmete al sur
duérmete duérmete niño Jesús
o es verdad el behaviorismo
y llega el frío llamado Ford
y hay la mirada fría y plana del acero
que nos unta a su espejo sin amor
y cuando salimos tenemos tres dimensiones
pero la tercera es el tiempo no más
cómo duele el haber jugado a ángeles
si ellos no juegan a ser hombres ya
Gilberto Owen (1904-1952). Material de lectura. México: UNAM, 2008.
Jacques Louis David, "Cupid and Psyche" (1817) |
¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que domine
este amor ardiente y gozoso, este impulso
hacia la verdad suprema? ¿Que cante
mi canto del cisne al borde del sepulcro
donde os complacéis en encerrarnos vivos?
¡Perdonadme!, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra
el oleaje surgente de la vida
hierve impaciente en su angosto lecho
hasta el día en que descansar! en su mar natal.
La viña desdeña los frescos valles,
los afortunados jardines de la Hesperia
sólo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago
que penetra como flecha el corazón de la tierra.
¿Por qué moderar el fuego de mi alma
que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme
mi elemento de fuego, a mí que sólo puedo vivir en el combate?
La vida no está dedicada a la muerte,
ni al letargo el dios que nos inflama.
El sublime genio que nos llega del Éter
no nació para el yugo.
Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña
en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade
arrastra por un momento al nadador,
que muy pronto emerge, su cabeza ceñida de luces.
¡Renunciad al placer de rebajar lo grande!
¡No habléis de vuestra felicidad!
¡No plantéis el cedro en vuestros potes de arcilla!
¡No toméis al Espíritu por vuestro siervo!
¡No intentéis detener los corceles del sol
y dejad que las estrellas prosigan su trayecto!
¡Y a mí, no me aconsejéis que me someta,
no pretendáis que sirva a los esclavos!
Y si no podéis soportar la hermosura,
hacedle una guerra abierta, eficaz.
Antaño se clavaba en la cruz al inspirado,
hoy lo asesinan con juiciosos e insinuantes consejos.
¡Cuánto habéis logrado someter
al imperio de la necesidad! ¡Cuántas veces
retuvisteis al arriesgado juerguista en la playa
cuando iba a embarcarse lleno de esperanza
para las iluminadas orillas del Oriente!
Es inútil: esta época estéril no me retendrá.
Mi siglo es para mí un azote.
Yo aspiro a los campos verdes de la vida
y al cielo del entusiasmo.
Enterrad, oh muertos, a vuestros muertos,
celebrad la labor del hombre, e insultadme.
Pero en mí madura, tal como mi corazón lo quiere,
la bella, la vida Naturaleza.
Friedrich Hölderlin (1770-1843). Poesía completa. Barcelona, España: Libros rio nuevo, 1977.
Arne Ekeland, "Komposisjon" (1935) |
Andaba tras cierta forma de perfección
y la poesía que inventaba era fácil de entender;
conocía la tontería humana como a la palma de su
mano,
y estaba muy interesado en flotas y en armadas;
cuando se reía, reventaban de risa los respetables
senadores,
y cuando lloraba, los niñitos se morían en las calles.
W.H. Auden (1907-1973). Material de lectura. 2007. México: UNAM.
Gustave Courbet, "Le sommeil" (1866) |
El día del fin del mundo
La abeja gira encima de la flor de capuchina
El pescador repara una red brillante.
En el mar los delfines saltan alegres,
Los gorriones jóvenes se agarran del canalón
Y la serpiente tiene piel dorada, como la debe tener.
El día del fin del mundo
Las mujeres cruzan el campo bajo las sombrillas,
Un borracho se duerme a la orilla del césped,
En la calle pregonan los verduleros
Y una lancha con vela amarilla llega a la isla,
El son del violín en el aire persiste
Y abre la noche estrellada.
Y quienes esperaban relámpagos y truenos
Están decepcionados.
Y quienes esperaban señales y trompetas de arcángeles
No creen que esté sucediendo ya.
Mientras el sol y la luna están arriba,
Mientras el abejorro visita a la rosa,
Mientras nacen los niños rosados,
Nadie cree que esté sucediendo ya.
Sólo un viejito cano, que hubiera sido profeta,
Pero no es profeta porque tiene otro quehacer,
Dice amarrando los tallos de tomates:
No habrá otro fin del mundo,
No habrá otro fin del mundo.
Czeslaw Milosz (1911-2004). Material de lectura. 2011. México: UNAM.