Libre de la memoria y de la
esperanza,
ilimitado,
abstracto, casi futuro,
el
muerto no es muerto: es la muerte.
Como
el Dios de los místicos,
de
Quien deben negarse todos los predicados,
el
muerto ubicuamente ajeno
no
es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo
se lo robamos,
no
le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí
está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí
la acera donde acechó su esperanza.
Hasta
lo que pensamos
podría
estarlo pensando él también;
nos
hemos repartido como ladrones
el
caudal de las noches y de los días.
JORGE
LUIS BORGES (1899-1986). Fervor de Buenos Aires (1923), en
Poemas Escogidos, 1972. Barcelona, España: Emecé Editores.